viernes, abril 17

José Manuel Sanrodri


ANILLOS DESPUÉS DE UNA BODA


Troncos que amurallan el horizonte solar

en su auténtica magnitud de hiperrealismo,

literalmente los corazones se barajan sin más,

transitando las huesudas torres corpulentas

con el apodo grabado de su idealismo.

Ardientes huecos abruptos sellando el olvido

que se refugia a través de la niebla sin habla

para inyectar en sus dedos tres anillos:

El primero: los recuerdos insaciables del niño,

el segundo: los reproches de luz que se extienden contigo

y el tercer anillo, tuerce uno de tus ojos de cuello

sobre la cúpula de hierro de la catedral del destino.

Rocíame delirante arroz amarillo

y clávame el cuarto anillo, de casada y casado

para esta jaula de mis desnudos grillos.

Ya te hablé cuando éramos viñetas desdibujadas

en barrancos dañados de cicatrices al amanecer,

palabras apócrifas que rebotan en sus edades efervescentes

y si la orfebrería del anillo aprisiona mi dedo

dejaré de ser una piedra que se cruce en un camino

de fábulas acechada por los espejos.

PRIVADA DANZA DE MÚSICA


Unos oídos que se han quedado ciegos

se resignan a escuchar el vértigo vacío de la música,

donde los violines de las chicharras descifran el silencio

y el frágil pentagrama interpreta irrespirables notas

para que dance una muñequita con ojos de goma

que pernocta en el interior, de un joyero en madera rota.

Al hervir en el aire la vigilia de una melodía metálica,

los dedos de mis pies se apuntalan en el torpe zapateo

de secas polifonías, no se escucha el vinilo arcaico de burbujas,

y mis piernas, son reemplazadas por los resortes de bisagras

de las que cierran y abren en el agua de ese cuerpo mío;

la música rescinde y la polichinela en el último giro se desarma.



(c) José Manuel Sanrodri


España



imagen:Rómulo Maccio, Otoño (de la muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes - Buenos Aires)

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