martes, mayo 19

Vilariño y Benedetti en viaje eterno-R. E. Marchant


VILARIÑO Y BENEDETTI, EN VIAJE ETERNO

Por Reinaldo Edmundo Marchant


La lúdica coincidencia comenzó en el año 1920, fecha en que casualmente llegaron al mundo dos grandes poetas y escritores de Sudamérica: Idea Vilariño y Mario Benedetti.

Los dos, codo acodo a con la poesía y la narrativa, los sueños y las luchas, caminaron juntos ochenta y nueve años: ambos pertenecieron al grupo de escritores denominado Generación del 45, conformada además por otros literatos ilustres, Juan Carlos Onetti, Sarandy Cabrera, Amanda Berenguer, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama, etcétera.

Idea Vilariño, cuyos libros están traducidos a varios idiomas, legó una significativa obra poética, en que destacaron Nocturno (1955), y su texto más conocido y con mayor éxito, Poemas de Amor, publicado en 1958, y dedicado al gran amor de su vida, el novelista Juan Carlos Onetti.

Mario Benedetti traspasó las fronteras con La Tregua (1960), una novela adaptada al cine por Sergio Renán. Luego vendrían decenas de poemarios, novelas, cuentos, guiones de teatro, artículos, ensayos…Benedetti fue uno de los más prolíficos creadores de los últimas décadas.

La amistad de Idea Vilariño y Mario Benedetti fue tan lúdica y llena de casualidades que el 26 de abril del 2009 ambos fueron internados en Montevideo.

Días después la poetisa moría luego de una operación urgente por una obstrucción intestinal. Tenía 89 años. Semanas más tarde, su amigo escritor abandonaba este mundo por un asma pertinaz y una grave dolencia intestinal. También tenía 89 años.

Las orillas del Río de la Plata, los boliches de Montevideo y los bellos lugares de Uruguay están llorando: han perdido a dos de sus mejores hijos.

Quiso la casualidad que a los dos los conociera y tratara durante un par de años, en mi estadía diplomática en Uruguay ( 1994- 1997). En el departamento de Benedetti, de Ejido con 18 de Julio, pasamos largas horas conversando de lírica, narrativa y de ese futuro incierto de nuestros pueblos.

Ahí conocí la poesía delicada y profunda de Vilariño, y la auténtica timidez de Benedetti, que prefería escuchar en vez de hablar. Idea siempre evocaba momentos felices que vivió con Juan Carlos Onetti.

Poco antes de terminar mi estadía en la embajada de Chile, logré que aceptaran ser condecorados con la Orden Gabriela Mistral que otorga el gobierno de Chile a quienes se han destacado en las artes y la cultura.

En una sencilla ceremonia, como a ellos les gustaba, concretamos la distinción en un boliche montevideano. Las fotografías que aparecen son imágenes de aquella actividad.

Ahora Idea Vilariño y Mario Benedetti van en viaje. No podía ser de otra forma. Los sueños de los poetas no se interrumpen. Desde acá, nosotros, pequeños mortales, quedamos alimentando nuestro espíritu con el ejemplo de sus vidas y la riqueza de sus libros que perdurarán al olvido.

(c) Reinaldo Edmundo Marchant
Santiago de Chile

domingo, mayo 10

Libros: El corazón del limo - Javier Cubero






(Buenos Aires)

El corazón del limo
Javier Cubero Egea
Paralelo Sur Ediciones

Jorge Luis Borges escribió en el Prólogo de “Luna de enfrente” que la única obligación era ser moderno, ser contemporáneo, ser actual: todos fatalmente lo somos.
Se refería a Hermann Bahr que decía" El único deber, ser moderno".
Cuando leo los poemas de Javier Cubero publicados en El corazón del limo, percibo como actuales las palabras del poeta. Hablan de cosas de siempre, con lenguaje contemporáneo.
Metáforas e imágenes en los poemas hablan de la contradeclaración al mundo del poeta, según dice George Steiner "Todo arte, música y literatura serios constituyen un acto crítico. Lo son, en primer lugar en el sentido de la expresión de Matthew Arnold "una crítica de la vida". Ya sea realista, fantástica, utópica o satírica, la composición del artista es una contradeclaración al mundo".

En los últimos versos,

Extraña voz
rumor del agua
entre sombras de luz a pleno dìa
has venido a entregar
tu corazón al limo


la voz poética entrega finalmente sus palabras a quien quiera escucharlas, sus lectores.






Ya corazón del limo, vida en delta
que frente al mar se extiende,
desemboca
rumor, mece los juncos
como limpia
la ceguera quebrada
por la luz del mes de mayo,



Ya no es cruel la tarde
de la espera
que oblicuo sol obliga y
noche atiende,
ya no me esperas tú, ya
no me dejas
un cálculo de tiempos,
esa suerte
temblor de lo impreciso.



Las traiciones
son el oscuro aliento
dela muerte,
la sal en las heridas,
el pálpito, el espectro del ausente.
mira a los niños, juega
en la orilla,
arrojan cantos romos
a la muerte.



Francisco Javier Cubero nació en Badalona (Barcelona, España) en 1960.
Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona y Técnico Especialista en Artes Gráficas, en la actualidad desempeña su labor docente en el programa de Graduado Superior de Diseño de la Escuela Elisava, centro adscrito a la Universidad Pompeu Fabra, y en el Colegio Santa Teresa de Lisieux de Barcelona, donde es profesor de lengua y literatura.

Autor de varios libros inéditos de poesía, ha publicado en varias revistas españolas y de otros países como Argentina, Colombia, México o Perú.

Es el creador y editor del portal de Internet eldigoras.com y director de la revista de literatura Paralelo Sur, publicación semestral en papel editada en Barcelona.

jueves, mayo 7

Alfredo Ariel Carrió de la Vandera


LA NAVE Y SUS AÑOS.


La vida el primer elemento es el agua,

todo lo demàs las manos de tu rostro

y la ventana que envuelve la visión de los lagos,

la navegaciòn de los soles

y esa extraña cuestión de ahogadas ausencias

que jamás reconocen el tiempo extraviado

de acuarelas que quedaron atràs.



Estamos igual.

Hemos perdido la importancia de las verduras

a la exacta hora de tocar con las uñas

el horizonte que se nos viene encima

y no sabemos cual.

No fuimos,

no somos lucecitas estables para la fecundidad.

Al menos peregrinos flotando,

remando en salud los hemisferios vacìos

de nuestra imprudente identidad.



Ay que sí,

que tu moño azul es mi sangre.

Leche de vientos.

Farolito de una buena amistad.



Mañana beberemos solo agua para disfrutar.

La nave su dulzura la tierra

y adiòs que me zambullo en los labios de avanzar.



Aunque los aguaceros penetren la cáscara

mis delirios se quedan en casa

junto a Rómulo y Remo y Garay.



Ahora se amanece la vieja granja de Rowayton.

Es la atlántica ventana que se escapa, que se va



Nosotros acunamos porvenires

en los veleros de una cama de miel.

Una aguja de sol asegura su popa

sólo en cabellos de vientos

que rozan el niño humor de la credulidad.



Apenas un silencio es virtud de glorietas.

Así nosotros podemos confundirnos

en cualquier cavidad.



Te abrazo debo volver.

Redimir un aviòn. Ser hermano del tren.



Darle cabida a una palabra

para que sume una alegría que diga y que va.



No dudes

que existe una carretera de destinos

y es ahora tiempo inaugural.



Tu moño azul.

Todas mis capas de jazmines

y la luna terminal.



Que te quiero mucho y no olvides:

la tierra el agua es el primer elemento.

Adiós que va.



LOS ACORDES DEL CAMINO


PORQUE es indispensable devolverle a la calle

su bullicio abrumador de asfalto maltratado,

y embestir con el grito del cartero

a los zaguanes y ascensores despiadados.



Hay una mañana que no entiendo,

unas tablas inquietas que se mueven sin aliento,

y otra vez la bolsa del cartero con mensajes

que llegaron sin sentir de nuevo

repetidos desgano que dibuja miedos.



El viento terminal me asombra los cuadernos

dejando que partan estas simples alegrìas de pueblo.



Dejaré, como transportan los expresos

su atado terminal de palabras y recuerdos.



Encontrarè la empalizada del reposo

para escuchar las hojas que olvidè en la ruta del misterio .



Será un acorde a cuatro manos

la campana que rescata tu silencio.



Por no poder ser más santo ni bandido,

atrozmente te sostengo.

Nadie en la ocasión afirmará este destierro.

El compañero roba rosas ya partió de otro puerto

y sin querer nos aproximan un indulto

que no pedimos ni queremos.



En el 76 la dignidad era fuerte

porque no creìamos en la concilaciòn del regreso,

y algunos sueños en el desfiladero

vieron con làgrimas una larga pena de almacigo

de labios y gatillos en la vida oculta,

y la estrategia de jazmín recuperado.



Muy verde será la naranja que toque la república del miedo.



Es linaje musical su regreso.



Fruto de cansancios regresarán los carteros

con sobres y estampillas de paises

donde se escarban los sueños,

de paises honrados con tormentas sin huecos

donde no tirita nadie por causal de canción.

Su silencio.





Pasaporte a la Espera

Hasta aquí llegaron los inmigrantes

de las boinas con colores de encontrar

y el prodigio del hambre

para conocer las justas manos de todos.

El dìa ronca sobre los alambrados.

Una luminosa garra pero no se enamoró.



Anteriormente te decía que debíamos reparar la casa




(c) Alfredo Ariel Carrió de la Vandera

Aldea Brasilera - Provincia de Entre Ríos
Argentina


imagen: fotografía: Naturaleza muerta encontrada en Puerto Iguazú, crédito: Araceli Otamendi

Martina Soto-Kohler











A mi pueblo, desde lejos

























Mi infancia

Yo crecí de golpe
en un país extraño
al sur de mi planeta.
En medio de un espacio
con playas calientes,
calladas y hechiceras.

En ese lugar parece
que los Dioses se callaron,
hace varios siglos.
Quizás se quedaron silenciosos,
hablando muy despacio.

Yo escuché a veces
sus voces embriagadas por el paisaje
Y el olor ocre de arena y sangre.

Yo nací allí,
donde las olas adormecidas
se llevan los secretos de pueblos antiguos,
con los rostros de pocas palabras
de mis abuelos ausentes..
Ellos se callaron para siempre
sin ver los capitanes con sus barcos anclados,
y los títulos de nobles europeos.

Mis abuelos se durmieron
para no ver a sus Dioses vencidos.
Allí donde se quedó mi historia,
enterrada cerca de la playa,
en un cuaderno sin memoria
entre los muertos y el olvido.

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El regreso

La primavera que vuelve,
me trae mi sueño
de verme
caminando en la orilla
de la playa de mi pueblo.

Veo los camalotes
con sus escamas verdes
y hojas en escudos,
para la calmar la furia
de mi rio desatado.

Veo a mi lado los pescadores
dormidos que me toman las manos,
y los camalotes que se pierden
taciturnos en mares lejanos.

Me siento dormir otra vez,
bajo los sauces llorones,
con el fuego de un sol de enero
y ser feliz sólo con eso.

Cuando vuelva a mi pueblo,
tendré pegada en mi piel
tantas tierras lejanas.

Tendré aún la nieve blanca,
casi eterna del gran norte,
allí donde se abrió en dos mi cuerpo,
una mañana de octubre,
para darle vida a mi niño maravilloso.

Tendré aún en mis maletas,
las montañas, silenciosas
y quietas, de este país pequeño,
con su gente discreta,
aquí donde otro niño
me miró por primera vez
con sus ojos claros y tiernos.

Y en el recuerdo voy a guardar
todos mis amores
en un mar de llanto,
también mis alegrías.
Tantos caminos andados,
como ríos inquietos,
a veces turbios, a veces claros.

Cuando reencuentre a mi pueblo,
tendré los pies cansados
de andar tanto el planeta.
Ya no distinguiré fronteras,
ni lenguas, ni banderas.

Cuando vuelva a mi pueblo,
voy amar mucho a mi gente
- los isleros que me enseñaron
a pisar firme la tierra,
y a poner la mirada extensa,
más allá de la playa,
más allá de los barcos antiguos,
en la corona azul de mi cielo
sureño.

(c)Martina Soto-Kohler

(poeta y psiquiatra argentino-suiza)

imagen: fotografía, (el sur, Puerto Madryn, crédito: Araceli Otamendi

Aldo Luis Novelli


Poesía

El sol amanece el nuevo día
su reflejo en la hoja en blanco
despierta a los gallos rojos
que gritan al viento
el dolor latente de los hombres mudos.

(c) Aldo Luis Novelli

(Provincia del Neuquén)
Argentina

imagen: algas, fotografía (Puerto Madryn) crédito: Araceli Otamendi

Harold Alvarado Tenorio



(Bogotá)

El director de la revista de poesía Arquitrave escribe acerca del Premio Reina Sofía al poeta mexicano José Emilio Pacheco:


J.E.PACHECO GANA EL REINA SOFÍA
Por Harold Alvarado Tenorio

José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939- ) ha trabajado con varia y singular fortuna diversos géneros literarios donde combina la protesta social y un lejano cosmopolitismo, suma, quizás, de su fascinación por las culturas de la antigüedad, los símbolos y rituales que han sobrevivido a la historia y la paradójica continuidad del pasado en el presente, que aprendió, sin duda, en Octavio Paz.
Lo primero que publicó fueron narraciones, confeccionadas luego de lecturas arquetípicas y personalísimas de Quiroga o Borges. Los elementos de la noche (1963) -su primer libro de poemas- mostró otra faceta de su talento: su maestría en el uso de formas y versificaciones. Cierta calmosa placidez dramática, que cubre las turbulencias de su angustia acerca de la cíclica destrucción del mundo, de saberse caído en el sin sentido del tiempo y el espacio, imposibilitado, por la naturaleza misma del arte, para nombrar lo indecible, son las máscaras y heterónomos que rigen estos poemas íntimos y líricos donde se anuncia además, el juego, la ironía y el humor que deciden su obra posterior. En Árbol entre dos muros la vida no tiene salvación alguna, es savia acorralada, ave que pasa de la noche a la noche a través de una habitación oscura. Pero si la existencia termina siempre en la oscuridad, su fugacidad es paralela a la vida efímera de la luz:

Sitiado entre dos noches
el día alza su espada de claridad:
mar de luz que se levanta afilándose,
selva que aísla del reloj al minuto.

Mientras avanza el día se devora.
Y cuando toca la frontera en llamas
empieza a calcinarse. De tu nombre
brotan la luna y su radiante armada,
islas que surgen para destruirse.
Es medianoche a la mitad del siglo.
Resuena el huracán, el viento en fuga.
Todo nos interroga y recrimina.
Pero nada responde.
Nada persiste contra el fluir del día.


Al centro de la noche todo acaba
y todo recomienza.
En la savia profunda flota el árbol.
Atrás el tiempo lucha con el cielo.
El fuego se arrodilla a beber rescoldos.
La única luz es la que da el relámpago.
Y tú eres la arboleda
en que el trueno sepulta su rezongo.


El reposo del fuego (1966) es un extenso modelo de búsqueda de un equidistante fiel de la balanza, -el poema-, entre el fuego y el hielo que ofrece la Historia. La estructura formal, tres secciones con quince textos cada una, es opuesta al tema recurrente de un pasado, mítico o exótico, que el presente conserva en México. En un mundo eliotiano, baldío, yerto de espacios, anulado por el fluir de Heráclito, Pacheco busca, -¿sin esperanza?, como un estoico, ¿con convencimiento?-, un principio de permanencia donde el fuego sea carnaza del cambio pero esencia del arte.

Hay que darse valor para hacer esto:
escribir cuando rondan las paredes
uñas airadas, animales ciegos,
ácidos perros del furor, guardianes
de un orden que estalló, y entre sus ruinas
quiere la lepra envenenar la tierra.


Hay que darse valor para hacer esto.
No es posible callar, irse al silencio,
y es tan profundamente inútil hacer esto.
Es tan doloroso hablar. Más doloroso,
más difícil aún, callarse a tiempo,
antes que los gusanos, los instantes
abran la boca muda de una letra
y le coman su espíritu.
Hay palabras
carcomidas, renqueantes: sonsonete
de algún viejo molino.
Cuántas cosas,
llanto de cuántas cosas inservibles
que en el polvo arderán.
Chatarra, escoria,
sorda, sórdida hoguera consumiéndose.
Fuego la luz. Ceniza. Un lirio
es cada
pobre rescoldo triste
al deshacerse.
(El reposo del fuego, II, 10)


Su libro más conocido sigue siendo No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969). Aunque influenciado por el Comment c´est de Samuel Beckett, que tradujo en 1966, en él, Pacheco da cuerpo entero a su idea de que el tiempo, la fugacidad misma, por su definitoria transmutación es lo que entendemos como Historia. Hecho de paráfrasis y profusión de formas, collages, variaciones que son eco de voces y miradas reconocibles, aproximaciones y traiciones a otros textos, con poemas largos y cortos, fábulas, un bestiario y haikús que desconciertan al lector viciado de vanguardismo, pero satisfacen el gusto más estrictamente post-moderno, No me preguntes cómo pasa el tiempo es uno de los libros definitivos de los años que cambiaron la historia del siglo e inauguraron el tercer milenio: La Plaza de las Tres Culturas, París-Mayo del 68, La Primavera de Praga. Como un vate medieval, Pacheco, bricoleur mexicano, anunció en, 1968 , el hoy:

Un mundo se deshace
nace un mundo
las tinieblas nos cercan
pero la luz llamea
todo se quiebra y hunde
y todo brilla
cómo era lo que fue
cómo está siendo
ya todo se perdió
todo se gana
no hay esperanza
hay vida y
todo es nuestro.
(1968, I)


Acumulación de sonoridades, momento de las grandes palabras
en voz alta ante las cámaras, micrófonos, multitudes, partidos.
Hora de tomar parte en la batalla.
Época heroica, edad homérica en que la vileza no borra la grandeza.
Página blanca, al fin, en que todo es posible: el futuro sin rostro
en que el doloroso paraíso redesciende a este mundo,
o bien crece el infierno, es absoluto y sube entre fragores
de su inmóvil voracidad subterránea.
(1968, II)

Piensa en la tempestad que lluviosamente lo desordena todo en jirones:
tributo para la tierra insaciable, elemental voracidad
de un orbe que existe porque cambia y se transmuta.
La tempestad es imagen de la guerra entre los elementos que le dan forma al mundo.
La fluidez lucha contra la permanencia; lo más sólido se deshace en el aire.
Piensa en la tempestad para decirte / que un lapso de la historia ha terminado.
(1968, III)

El poeta como arqueólogo está presente en Irás y no volverás (1973), un estudio de fósiles en el Gran Templo azteca o de la efímera realidad de la existencia, sentida en lugares y ciudades norteamericanas; y en Islas a la deriva (1976) y Desde entonces (1980), que retoman muchos de los temas caros a Pacheco como el río de Heráclito y la civilización azteca, agregando reflexiones sobre insectos y animales que nos sumergen de nuevo en presentes caducos. El tono es «inteligente» pero saltos, roturas y solecismos hacen difícil su disfrute mas allá del humor que invade varios de esos textos. Uno de los epigramas habla de un poeta orgulloso de que nadie le entienda; en Shopping Center, somos comparados, en nuestro frenesí consumista, con hormigas que mueren de saciedad, presas en la miel pantanosa del supermercado. Otro de los poemas de Islas a la deriva titulado La flecha reafirma la eterna convicción en que vida y obra, como quiere Kavafis en su poema Itaca, serán perdurables si demoramos en llegar:

No importa que la flecha no alcance el blanco
Mejor así
No capturar ninguna presa
No hacerle daño a nadie
pues lo importante
es el vuelo la trayectoria el impulso
el tramo de aire recorrido en su ascenso
la oscuridad que desaloja al clavarse
vibrante
en la extensión de la nada.


Pacheco ha recibido también los premios Magda Donato, Malcon Lowry, José Donoso, Octavio Paz, Pablo Neruda, Ramón López Velarde, Alfonso Reyes, José Asunción Silva, Xavier Villaurrutia y Federico García Lorca.

www.haroldalvaradotenorio.com/web


www.arquitrave.com