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jueves, abril 1

Luis Benítez





En el arduo aniversario de una boda





            “Después de la primera muerte ya no hay otra”
                                                           Dylan Thomas 
Nuestra generación fue un puñado de hombres solos,


una  pizca de mujeres destruidas,


un manojo de nadas sin zapatos,


el racimo de las viñas de la ira.


Yo que agonizo


me permito evocarte aunque mi recuerdo


te cause asco, nena, asco profundo,


como causa asco la  inmunda mermelada que transpiran


los siempre equivocados porque aman demasiado,


aunque el credo y el miserere que rezamos siempre


tú y yo solos en dos noches separadas a sabiendas por nosotros


-tuyo el creo solo en mí y mío entero el miserable de mí-


desde entonces dicen


que nunca nunca se ama demasiado:


¿o no será acaso, en lo profundo, lo que nadie puede ver,


al revés el oscuro latín de lo real?


Concentrado todo da pavor en el urgente fin de siglo,


hay que terminarlo de un modo o de otro


y éste es el fúnebre galán de la fiesta,


vestido para la fecha que ya


un cuarto de centuria arranca.


Lástima, en september love,


que no fue aquélla ni ésta mi noche de septiembre.


Una sangrienta primavera baja sobre la noche del suicida


y la náusea habita desde entonces cada esponsal.


Creo ver a tu padre muerto con su dedo


hundir la hondura a donde dio la noche,


a la loca de tu madre pegándote en la cara


el monograma indeleble de otra loca en su progenie.


Creo ver a unos muertos celebrar la boda,


mi ojo derecho -el que mira al olvido-


arranca del olvido precoz


la sonrisa que perfora la vergüenza.


Mi ojo izquierdo, el que mira a la vejez,


arruga del futuro, verruga de lo que fue terso,


se complace en las vísperas anticipando


tu rostro y el mío entre las llamas


arder como dos fotografías viejas.


¿Fui el  fantasma de la noche


y de las noches luego felices,


las noches y las tardes
en que engendraste a tus hijos?


¿No fui acaso el olvido y lo reído por los esposos,


cuando la burla a los que pasaban raudos en el tren,


un rostro tiznado de furia asomándose


desde la locomotora, el primero de los que veían


desnuda a la virgen loca bailar con el idiota?


Dame al menos ese miserable papel en tu vida,


el del diario arrugado que se aleja por la ruta


que lleva a un pueblo de cobardes


la noticia titular que yo lamento.


Dime, hoy muda calavera de lo que amé


hasta la esquina misma del infortunio,


si yo, que albergo esta pecera de imágenes


donde hasta cabe Virgilio, no era entonces,


en la riente oscuridad, entre los labios


de la muerte que en la florida edad


todas las señas tienen de la vida,


sino lo ridículo y eterno donde lo llorado


llora lo que no ve de sí, ese sí  mismo.


Mátame. Pero no


de a poco, como la vida.


De una palabra mátame.


De una mirada sola. 


(c) Luis Benítez




imagen: Juan del Prete, Abastracción, (de la muestra Berni y sus contemporáneos en el Malba)

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