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sábado, noviembre 12

Jorge del Río - Poemas










































(Buenos Aires)

Se publican poemas de Jorge del Río (Santiago de Chile,1955) a modo de homenaje, por el 30º aniversario de su poesía. Los escritores chilenos Reinaldo E. Marchant y Amante Eledín Parraguez han escrito textos para esta celebración que se publican también en este blog de poetas. Los poemas corresponden a distintas obras de Jorge del Río.

Vuelvo al origen

I
Hízose nocturno el pensamiento de
mis sabios
Encendido el pensamiento en mis ojos
de los búhos
Sacudida de peldaños la noche de
unas flores
Yen los peldaños sacudidos todos
los ojos de mi vestimenta
Entonces de un hombre de la noche
hízose el poeta de los hombres
Y del poeta en mi hombre prisionero
el terrorista de los institutos también
La pluma aulló azulada en mi
belleza de hombre hambriento
Y el hambre del fusil en la hiel
de mi guerrilla comenzada
Y vino bello mi canto al poeta
Y el poeta al latido póstumo del sol
Y póstuma la violencia en mi canto del encierro a los dientes apretados de la bravura
La creación al designio de mis alamedas opuestas
Y la escaramuza de su sombra a la empuñadura y al conflicto de mi sudor

Imagino al deseo a tientas viniendo
por el estruendo
así como a las mandíbulas del verso
yo las imagino tentando sus hojas en otoño
Y asesino con la mordedura fría de
mis acequias sangrando
todos los días extravagantes de la demasía
Todos esos días apareciéndose como fantasmas
en mis huesos del vestigio

Entonces
Mis letras al horizonte cayeron enloquecidas de tinta
Como el discurso febril de una era
muriente
Y mis balas hablaron por sus rojas avenidas
con la voz tartamuda saliendo
y sus ovalados colmillos de hierro

De los valles nació entonces mi dureza fértil
La dureza necesaria para el miedo de los poetas
Y decidida nació después mi vertiente en los acantilados
Mi vertiente cayendo como los pétalos en el corazón
de los terroristas
Por eso mis piedras alojáronse de sangre
en las orillas de la muerte
Y de sangre la porfía en la ventana
de mis recuerdos recién muertos
Por eso allí he despellejado la espuma con el ataque ciego
Y también la verdad de mi única vida originaria
Regreso entonces por los dolores
Por el mar y por el infierno de las cosas
yo regreso a las brasas que me sobreviven
Voy con la ofrenda y la poesía definiéndome al olvido
Voy hacia los hombres de mi resonancia
Vuelvo allá donde antes existo con la visión cerrada
de ansiedad
Con las pupilas de noche distante
Solo y completamente solo
con el corazón a resguardo
de mis inquietudes
II
Y dónde está el hombre de la era viva
Dónde sus manos momentáneas y el
momento diáfano de sus raíces
Allá lo veo como si fuera yo
pero sin serlo
Allá el hombre del tiempo por debajo
de la muchedumbre
Yo en los hijos del hombre afronterizo
Y el hijo despierto más
allá de las fronteras todavía
Más allá con su olor a beso escondido
Con un beso en la resaca detenido
O con su reto en los labios incontables
de los otros hijos
El hijo con sus labios alargados de
crepúsculo
Y el véspero en su desafío divulgándose
de huellas
Allá lo veo con su silencio rasguñando
mi silencio
Y a sus horas abandonándose en la
tierra de mis horas
Allá lo veo del infinito brincando más
afuera
Como si fuese un resuello de mi trozo
pero sin serlo
Como si fuese un destiempo de mi espejo libre moldeándose en su boca ya lejana de mi boca
Este es el hombre de los caminos de
la brisa

Y de los caminos de su polvo el esqueleto
del hombre venidero con los vientos
Allá lo veo más profundo que las
grietas sordas
Así como si fuesen mis grietas
pero sin serlo
Allá con la sordera del propio nacimiento Como si fuese el mío interno
pero sin serlo
Allá veo a los pájaros hablándole de hijos
al murmullo
Y yo aquí lo espero entre ventanas
de lirios abrigados de mí
pero sin serme
Ahí está el hijo interminable de las
épocas
El hijo del hombre y de las épocas que
he sido
Y en la desnudez y con la lluvia del retorno
lleva el hijo con sus hijos
toda mi escultura transferid por los años
de los años de los años
Así como si fuera yo
pero sin serlo
allá lo veo venir desde mi carne
en la posteridad de unas mañanas recientes
III
Entonces
conmigo
mi lámpara de anhelos
Vino tibiamente sobre mis huesos pintados de violeta
Con la luz callada de los párpados y el
rocío inherente de las madrugadas
Vino a comer de mi pobreza y de mi
fuego a beber en sus costados
Quise ventilar en su reflejo
todo el escarabajo de mi lenguaje
Y acribillar en los pómulos de su sonrisa cada uno de mis soplos titilando
Por eso
el brasero me ocultó su último
estornudo


El relámpago y sus látigos durmiendo conmigo y su tristeza
Como el barro de los instantes yo me fui muriendo y muriendo
Haciéndome barro del barro vivo
y aurora de la aurora abierta
Y con el sol sediento en mi piel adentro yo me fui subiendo y subiendo a los bosques
Casi plateándome de alegría por sus hojas desoladas
Casi enrojecido de plenitud y de belleza
por el arrebol de la tarde
IV
Y lloraron entonces conmigo los
árboles desvestidos
Y vestidos de negro lloraron los hijos de los árboles también
Su suelo de ramas fueron mis pisadas vacías
Y su agua turbia la crueldad de la ciudad de los ciudadanos
De verde a gris y de gris la pesadilla en su pulpa y en mi cuerpo
Conmigo los árboles salvarán mañana sus hojas
Y los hijos de los árboles podrán entonces creer en los hijos de los hombres
V
Y tengo entonces la idea de
Enajenarme
De hacerme ajeno a las pupilas y a los
tímpanos
De enmudecerme a todos los espacios
De inexistirme demasiado en la claridad y de existencia repetirme muchas veces
De únicamente respirarme y entre
umbrales y honduras mutilarme
De oler eucaliptos y olas invernales
De hacerme de fallecido
y suspicacia de rincones
El arrebato de las cumbres viniéndome
Y las águilas hacia mi alma cayendo
por añadidura
El navegante de lo inefable que me
llarna
y la mano donde se ocultan mis deseos
Quiero entonces deshacerme
Deshacerme de los rumbos esclavos de
la luz
De volar de pradera en pradera
y hacia tiempo alguno
De volar haciéndome de luna
en la noche de las aves
O de noche en la luna cobijándome
sus vuelos y plumas
Tengo la idea de disfrazarme de invisible
De no estar a la deriva de tumbas y tumultos
De desistirme de latidos
y asirme a la fractura de los aires

De convertirme en la ausencia que me
busca por los huertos
Y en aquella ausencia dormirme de futuros desapareciéndome de muertes
De encenderme en el plenilunio y ser para ti un abrazo y un vacío simultáneo
De hacerme el distraído en el agujero de los vacíos
Agujero de huracán y fermento de mediodía
Cerrojo y obertura
Cerradura
Escalera
Quiero estrellarme como la noche se
estrella de obscuridad
Abrirme al universo de sus senos imaginarios
Fingirme su movedura que me espera como la sombra
Bañarme en sus ocasos de tristeza y en mi tristeza
De ecos y velos bañándose conmigo de distancia y de gritos acercándose
De amanecerme con el llanto de unas esquinas sueltas
De llenarme con el brillo de los sabores
Hoy de lluvias ahogándose en los párpados
y pausas
De hacerme de lagunas oscilantes
De oquedades y semanas que me ignoran
De habladurías y comedias que me subrogan
Hoy de sueños y de sueños y de sueños
Más allá y de siempres conmigo
De soñándome cercano a las batallas y a los grillos
De laberinto de enredaderas
y de hormigas lutosamente vestidas

Quiero recoger de la tierra toda la inmensidad de los hombres botada por su trascendencia
Y entonces
Tengo la idea de gritarme una y otra vez
De despertar transparente de inconsciente
De decírmelo todo cuando me delaten los suspiros
De descolgarme de los ojos
y verme con el rostro implantado en el pecho
De conocer las desequilibradas arenas de sus pestañas
Y de morir hasta el mismo nacimiento
De morir en los apogeos
y comenzar otra vez desde la muerte
De deshojarme hasta la nada
y desaparecer por los ninguno

Tengo la idea al fin
de volver a mi lado
De reivindicarme con el canto de mi canto
que vuelve a contemplarme apretado de mí


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El mar de los silencios

II

(prólogo)

Como si todo entendiéramos
de sorderas
y también todo
de cegueras
todos en la capital
amaneciendo sobre el capital
y el discurso
cargando la espalda
y la nuca
casi majadero
de lo que poseemos
o debemos poseer
y que nos viste
jactándonos
un progreso
de algunos
que nos empujan
o de los que vienen
acelerando competencias
con recursos humanos
en el gran circo
disponibles
del mercado
o de la apariencia
o del muestre
que evita mostrarme
e impide
que yo te vea
y te sea
con sólo un corazón abierto
con ese corazón
aplastado contra la reja
principal
de este laberinto
de esta enormidad
frustrante
como serpiente veloz
que sonríe
sobre el torso del agobio
donde yaces
innominado
a un costado de la riqueza
sobre la acera
de un monedero
de sólo hojalata
escaso y abismante
que nunca tocas
porque nunca está en tus manos
y tuerto
como tus retinas del día
encandiladas
que sin comprender aún
que esta vorágine
no se detiene
que anochecen después
de cada luna
más solas
y más solas que nunca
como nunca estuvieron
pero que por suerte
se incendian
para salvarte conmigo
trayéndote
a la fuga
que desde ahora
te propongo
hacia la inopia interior
la indigencia
de unos desequilibrios
renunciando
hacia el mar

(Epílogo)
Porque en este cautiverio
desgracia
muralla tras muralla
lleno de seres
y enseres
abotonados entre sí
deambulan en autobuses
acarreándose
los unos a los otros
por pantallas
a otros cautiverios
que también desgracian
muralla tras muralla
donde se suben
como ganado
y se bajan
como ganado
y se atraviesan
y no se miran
y aunque se miren
no se distraen
y no se reconocen
y se desconocen
y menos todavía
se reconcilian
porque nada
de algo
se hablan
y sólo mastican
y regulan
y nada del cuerpo
entre si
se tocan
y nada tienen
que perder
o ganar
desde sus malsanos
destripamientos
porque en sus rutas
de luces y sonidos
sin noches solos
sin decires en las noches
y sin memoria de la piel
ni del escalofrío
de un nacimiento
ni los perros
siquiera
les ladran
en el torrente ventisquero
de su sangre blanca
que en cada uno
ahuyentada quizás
transcurre por enchufes pianos
si es que transcurre acaso algo
en este tiempo
el vacío
la línea uniforme
de su laboreo enrarecido
con herramientas fijas
y los ojos fijos también
desteñidos
monocordes
controlados desde lo remoto
sin percatarse
que detrás de una puerta
de una sola
afuera
desteñida como sus pupilas
y restringida
por riendas y bridas la existencia
deconstruida
de adentro
ha dejado de ser
ha dejado de ser
qué importa
para aquel pobre
y cautivo en la manada
el hombrecillo simple
de la calle
una vez más solitario
y huérfano
que en el autobús
de siempre
sin holas ni adioses
ya fallecido
por decisión propia
o ajena
como un muerto
continúa paseando
creyéndose inmortal
la pestilencia imparable
de sus restos
por los alrededores
del entumecimiento
de las aceras
SU mortaja
de cadáver vivo
sin que nadie
nadie le pregunte
siquiera
cuándo será
o si será por fin
enterrado
III
Hablar con el océano por su boca llena de olas
y oírlo despedazarse y en un segundo recomponerse
Y esa luz del fondo va tibia lenta
hacia el otro lado un horizonte muerto
El párpado derecho se cierra
desangra el crepúsculo ennegrece la isla la costa
hasta mi presente desaparece en la vastedad
Atrae mi sordera el páramo
la quietud aledaña los arbustos imaginarios
la nada entreabierta asombrándome lo innacible
Porque frente a mí balancea el descenso su noche
sin trompetas mojándose
el aire descarriado el suspiro de las hojas
la inmediatez innavegable
Qué huellas ha borrado mi señora
esta tarde acercándose al olvido
No las suyas en cenizas flotan con la espuma
No las suyas en mi pecho galopando inoportunas
No las suyas no
esta noche viene trae lunas blancas
mareas deambulando
desahoga seres vivos la resaca
como vivo después de extinto
desgarra mis costillas el huracán apretujándome el silencio
Uno con otro desanudan los naufragios la impermanencia
uno con otro los pies las flores
cavilan todos sobre el incienso del Leteo
recordándole mi señora lo finito la palabra muerte
el tiempo ante lo perdurable
los delirios la orfandad mía en el espacio
IV
Soy el antenacido mis hazañas latentes
las innumerables ausencias
el callado mundo del mar a solas
inundándome lo hallado
lo andado por las avenidas que no oyen
sumergido en una fuente
en una siesta atemporal
V
Escúchame el hombre los suburbios de sí mismo
su suela dura pisándole los huesos
escúchalo temblar su nacer la desenvoltura
su cauce venir escúchale
la desembocadura su corazón
suena el crujido su pálida corteza
un pájaro rojo inmigrándolo
latiéndole la cáscara soltándolo
la cascada desatada haciadentro
XXXIX
1
Tuvo que venir
varias veces venir
el garrote primero
luego el arrepentimiento '
la inquietud del fin
tuvo que intervenir
avizorando
desde el disimulo
en un rostro apreciado
la botella hiriente
que todos los días
le disfrazó la verdad
para mantenerlo en reposo
2 La copa el vino
al frente la botella
mirándose detrás del fuego
estrangulando abstinencias
con el frío de ambas
para entibiar la garganta
e irse a morir y morir al pozo
en la sangre escurridiza la sorpresa
el atrevimiento
las desvencijadas partituras de la lujuria
que cabecea sobre un sillón hecha pedazos


Los poemas del insomnio


Nací del fondo de los bosques y
del estambre de las flores
Nací del musgo que vuela en las raíces
y vine a cantar por adentro del sol de los cautivos
Soy el duende que los protegerá
de los pantanos en la desdicha
Que los llevará al sendero de los
unicornios y
les buscará el agua clara
de los magnolios
Allí beberemos la luna del follaje
con un sorbo de olivo y otro de amapola viva
Porque en el mar impreciso de los nacimientos
se sabe que un duende equivale a un respiro
Y así permaneceré adentro suyo como así
permanece el aire tibio de la esperanza
Cabe el tiempo en nuestras manos que
recogen las cenizas
Como si de su carbón instantáneo cantaran
otra vez las ágatas disueltas
No en vano el estío nos vino casi sin ropas
Casi perpetuo como la ola incesante del mediodía
Y de la nada entonces la navidad
La nave de los piélagos
El nombre de los terrenos
La avidez de la conquista
El grano reciente de los huertos
El alarido egoísta de nuestra existencia recapitulada
Estoy despojado de los años
Soy nuevo en el umbral de las hojas
Carente de herramientas vacilantes
Igualado en el opuesto de mi espejismo
Crecido para redimir mis pasos
y tus cobardías en mi cuello
Estoy para dibujarlos de inicio y de fragmento
Para reposarnos junto a los pies
redentores del remordimiento
Junto al abrazo de nuestra recíproca
creación
Y he dejado mi quejido clavándole
el ahogo
Mi palabra enredada en su saliva
Mi huella esculpida en su fermento
irreprochable
Y he dejado la inmortalidad incrustada
en su delirio
Como si la desnudez fuese liviana y
el espíritu de carne amamantada
Es que mi piel navegó en su sorpresa
afable
después de un día purpura y sudoroso
He puesto lo vespertino en un soplo de
su súbita juventud
Y todo fue parido en el inmolado
solsticio de ayer
Somos escultura genital e igualdad de latitudes
Somos los amantes consuetudinarios de la paz
De aquella candela ensangrentada
por el mañana de los hombres
Obscuro tesoro de las intimidades
Noche rojiza y cabal entre tamarugos
Su cuerpo entero un animal reclinado
Artificio de un amor encamado en la tempestad
Rapto nocturno de la fantasía en mis pómulos
La guitarra desmayándose de vino frío
El sosiego desabastecido en el ingenio de los rieles
Su secreto rizado como un síntoma de
historias inesperadas
O mi pecho espera un rostro de pecho y caverna
O la dormida escena de los amantes dormidos
O el arbusto donde descifrar el trebol y el rosal
O el cofre de unos personajes contenidos al deseo
Y yo escribo en la pausa de lo incontable
En lo implacable del foso mío que me aborrece
En la desesperación de las mariposas envueltas
En el sabor plantado de los frutos del alba
En mi desvelo y en mi pestaña de dragón solitario
En la resurrección de todas las espigas
que me rodean
Y he llegado hasta mi primer legado
Hasta el sedimento efímero que cayó de un abrigo cualquiera
Hasta el predominio temperamental de mis sabores iniciales
Y he llegado con los tacos esculpidos
por la polvareda de adentro
Con un bastón sujetándome del progreso
a las raíces
Con el celo desenmascarando los
nudillos inmóviles del climaterio
Y con mi tiempo al fondo he llegado solo
Y con los otros he hablado de los otros senderos
Y con los años he tocado los rocíos en los sombreros
Y también la fatiga de las algas en los roqueríos
Con el horizonte conocí todos sus triunfos diarios
y nocturnos
Y con el látigo lo iracundo de las flores que fracasan en los
maceteros
Y conmigo he hablado de los hombres momentáneos
Y he balado por los millones de sus dolores escarpados
Me desangré también como sangrador de las uvas suyas
Y no estoy ahora afuera de los hechos que
ocurren en sus patios
Y porque no puedo estar ahora afuera de los hechos
ellos quedarán afuera de mí cuidándome los fundamentos

(c) Jorge del Río

Santiago de Chile



Jorge del Río (Santiago de Chile, 1955). Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile, fue Director de la Fundación Pablo Neruda y actualmente es Director de la Fundación Gonzalo Rojas. Ha participado en numerosos encuentros, presentaciones y lecturas poéticas de diversa índole y con distintos poetas nacionales y extranjeros. Sus obras publicadas son: Tiempos de Ensueño, 1986; De los Oleajes, 1988; Adiós a los Años duros, 1991; Hambre tardío, 1993; Los Poemas del Insomnio, 1996; Vuelvo al Origen, 1999; Y Soy de la Muerte, 2001; y "los Poemas del callejón de Adentro", 2004.

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