lunes, septiembre 13

Homenaje a Fernando Pessoa

Lisboa - fotografía (c) Manuel Sonseca


(Buenos Aires)

El 29 de septiembre de 1929 el poeta portugués Fernando Pessoa le escribió una carta a Ofélia Queirós, una mujer con la que mantenía relaciones amorosas. En la carta, le comunicaba su necesidad de tener más sosiego y aislamiento para completar su obra.
Durante los seis años que le quedaban aún de vida, el poeta escribió sus poesías ortónimas durante los años 1939 a 1935, también muchas de las páginas esenciales del Libro del desasosiego y gran parte de su tragedia subjetiva Fausto, dio forma definitiva a Mensagem, único de sus libros en portugués que publicó él mismo, y se preocupó muy seriamente de dar a conocer sus últimas y definitivas opiniones políticas y religiosas, puesto que presentía la inminencia de su muerte, temor que le llevó a hacer su propio horóscopo el año 1934 con el resultado de que le quedaba poco tiempo de vida, pronóstico que le confirmó el también astrólogo Raul Leal.
Como lectora incansable de la obra de Pessoa, he querido publicar un homenaje al poeta, con dos notas, una mía y un relato de Manuel Sonseca, en el blog de poetas, en este mes de septiembre de 2010 y una fotografía de Lisboa, que Manuel Sonseca me ha autorizado gentilmente a publicar y que es también un homenaje al poeta y a los lugares de esa ciudad que él poeta frecuentaba.

http://revistaarchivosdelsurpoetas.blogspot.com/2010/09/noventa-poemas-ultimos-de-fernando.html

http://revistaarchivosdelsurpoetas.blogspot.com/2010/09/relato-apocrifo-manuel-sonseca.html

Araceli Otamendi

bibliografía: Noventa poemas últimos, Fernando Pessoa, Traducción y prólogo de Ángel Crespo, Ediciones Hiperión (Madrid, 1995)

Relato apócrifo - Manuel Sonseca

Lisboa - fotografía: Manuel Sonseca




Relato apócrifo


Aún recordaba con temor la mirada furtiva que le anunció su presencia. Alberto Caeiro, al que toda Lisboa daba por desaparecido o muerto – al fin y al cabo para el Ministerio de Orden Público ero lo mismo -, estaba frente a él, en el British Bar del Cais do Sodré. Caeiro pidió una bica y con absoluta parsimonia encendió un cigarrillo. Por el aroma que envolvió el rincón del bar advirtió que era tabaco inglés. Siempre fumaba tabaco inglés. El humo y su olor le hicieron recordar otras tardes en Sao Mantinho d´Arcada, antes de que Caeiro fuese dado por muerto, cuando juntos escribían poemas y discutían siempre al llegar a la palabra saudade .
Eran los tiempos de Renascença Portuguesa y de su común amigo Teixeira de Pascoaes. En aquellos años Caeiro escribía cosas como : “el mundo no se hizo para pensar en él / sino para al mirarlo estar de acuerdo…./ No tengo filosofía, tengo sentidos… “. Versos de su breve poemario O Guardador de Rebaños, o aquellos otros de O Pastor Amoroso : “No me arrepiento de lo que antaño fui / porque aún lo soy”. Poeta natural, le llamaba Reis, pura espontaneidad, abundaba Coelho Pacheco, aquellos a los él consideraba sus discípulos desde su retiro contemplativo en Ribatejo. En realidad era un poeta sin lecturas, carente de los estudios necesarios para escribir bien el portugués. Y ahora, Alberto Caeiro da Silva, muerto a los veintiséis años, estaba allí.
Intentó que su sorpresa, acompañada de una sudoración profusa y un temblor que le hizo derramar parte del café, no fuese percibida por aquél fantasma que seguramente había vuelto para vengarse. Quizá debió ser más cuidadoso a la hora de hacerlo desaparecer, pero el implacable y pagano Caeiro, aquel presuntuoso ignorante, le sacaba de quicio, y en el otoño de 1915 decidió acabar con él sin pensar en las consecuencias.
Volvió a mirar disimuladamente, no había duda: el cabello rubio, ojos azules, el abrigo de lana gris, el tabaco inglés y esa tos crónica que delataba la tisis que minaba sus pulmones…En un momento, Caeiro pidió la cuenta y tras guardarse el sobrante en el bolsillo del pantalón abandonó el local sin reparar en su presencia. De repente algo le hizo recordar ese día de otoño de 1915. Ya no estaba seguro de si realmente fue Alberto Caeiro el muerto.
Manuel Sonseca

Invierno de 2004

Madrid

Noventa poemas últimos de Fernando Pessoa: una decisión en septiembre

Lisboa - foto: Manuel Sonseca



Noventa poemas últimos de Fernando Pessoa

Una decisión en septiembre

(Buenos Aires) Araceli Otamendi

Fernando Pessoa, poeta portugués considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX junto con Jorge Luis Borges, Joyce y Kafka, tomó el 29 de septiembre de 1929 una decisión, cuando faltaban pocos meses para romper por segunda vez y tras un largo intervalo las relaciones amorosas que mantenía  con Ofelia Queirós.
Ese día de septiembre, Fernando Pessoa le escribió una carta a Ofelia Queirós en la que le decía:

He llegado a la edad en que se posee pleno dominio de las propias cualidades, y la inteligencia ha adquiridola fuerza y la destreza que puede tener. Es, pues, la ocasión de realizar mi obra literaria, completando unas cosas, agrupando otras, escribiendo otras que están por escribir. Para realizar esta obra necesito sosiego y cierto aislamiento”.

Pessoa tenía entonces cuarenta y un años y le quedaban poco más de seis de vida. Y, en efecto, trabajó incansablemente durante ellos, a pesar del progresivo empeoramiento de su salud, provocado principalmente por su dipsomanía, y aunque no llegase a cumplir enteramente su ambicioso proyecto, que habría requerido más tiempo y más sosiego y aislamiento de los que le fueron dados, escribió tanto y sobre tantas y tan variadas materias, que no puede dejar de producir asombro.

En los noventa poemas últimos de Fernando Pessoa, poesía ortónima, síntesis de la tradición lírica portuguesa y del simbolismo contemporáneo y punto de  partida de los heterónimos del drama en gente.

¿Tenía Fernando Pessoa su “cuarto propio”? el poeta vivía en pensiones. Tal vez no tuviera las comodidades ni el aislamiento que necesitaba para producir su obra.
Los Noventa poemas últimos (1930-1935) componen en realidad un diario en verso, paralelo al representado por el Libro del desasosiego, lleno de espontaneidad y del que fueron corregidos muy pocos poemas, lo cual no obsta a su extraordinaria calidad estética.
La selección realizada por Ángel Crespo los ha organizado como un diario, sin incluir varios poemas muy conocidos como “Autopsicografía” y “Eros y Psique”.

Noventa poemas últimos es un libro bilingüe, en portugués y en castellano  y los temas ya tradicionales de Pessoa como el desasosiego, el tedio de vivir, la génesis y la justificación de la heteronimia y los demás tratados en sus obras de los años anteriores venían a unirse para estimular su producción, el del rompimiento con Ofelia, el de unos nuevos amores cuyas huellas se encuentran en varios de los poemas de este libro y también el ya mencionado presentimiento de la muerte y otros muchos relacionados con ellos.

Según el poeta y estudioso David Mourao Ferrerira con quien está de acuerdo el compilador de estos poemas, Ángel Crespo, estos poemas Últimos constituyen un manantial imprescindible para la perfecta exégesis de Fernando Pessoa.


Algunos poemas de Noventa poemas últimos:




DUERMO. Si sueño, al despertar no sé
En qué cosas soñé.
Duermo. Si duermo si soñar, despierto
Hacia un espacio abierto
Que no conozco, porque desperté
Hacia lo que aún no sé.
Mejor es ni soñar ni no soñar
Y nunca despertar

(19-9-1933)

I

El niño que antes fui llora en la estrada
Porque allí quien fui luego le dejó:
Pero hoy, al ver que lo que soy no es nada,
Quiero buscarlo donde se quedó.

Ah, ¿cómo he de encontrarlo? Quien erró
La venida la vuelta tiene errada.
De dónde vine a dónde ignoro yo.
De no saberlo, está mi alma parada.

Si al menos deparase este lugar
Un alto monte desde el que pudiera
Lo que olvidé, mirando, recordar

En la ausencia, de mí al menos supiera
Y, al ver de lejos al que fui, encontrar
Un poco de mí de cuando así yo era.


II

Para quienes mañana no veremos
Cada día cambiamos. Sin cesar
A un alguien nuestro y sucesivo vemos
Por una escalinata amplia bajar.

Son muchos que se ignoran los que vienen.
Míos y fuera los veo yo ahora.
¡Ah, qué horrorosa semejanza tienen!
Son un múltiplo mismo que se ignora.

Miro. No soy ninguno, en todos siendo.
La multitud aumenta, ajena a verme,
Y no advierto de dónde viene creciendo.

Los siento a todos dentro de mí moverme
Y voy, inmensurable, descendiendo
Hasta pasar por todos y perderme.

III

¡Oh Dios! ¿Quién soy que me es desconocido
Lo que siento que soy? Quien quiero serme
Mora donde mi ser, lejos, olvido;
Parte, remoto, para no tenerme.

 (22-9-1933)

Bibliografía: Fernando Pessoa, Traducción y prólogo de Ángel Crespo, Noventa poemas últimos (1930-1935), Ediciones hiperión (Madrid, 1995)
Araceli Otamendi, El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, Revista Cultura Segunda época (julio de 2000)

Nota relacionada: El libro del desasosiego de Fernando Pessoa


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