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sábado, octubre 16

"Profecías de esta casa", de Manuel Lozano Gombault -(Primer Premio Interletras, Madrid, 2003)

 

Manuel Lozano Gombault 

"PROFECIAS DE ESTA CASA", DE MANUEL LOZANO GOMBAULT - (PRIMER PREMIO INTERLETRAS, MADRID, 2003) -

 

PROFECIAS DE ESTA CASA

 

                                                     A Teresa de Ávila 

 

¿Quién entorna la puerta en cada recodo

donde duermo

y postula apenas -desdeñosa trampa de hechicero,

mordaza para el caos,

ennegrecida cuerda para estrangular

a los jueces-

la vaga incertidumbre del camino?

Porque no sé dónde estabas, dónde

encontrarte, vida mía,

en estos funerales del miedo, en

estos acolchados de la muerte

con un ejército de bufones

 acampando en mis llagas,

aquí mismo en que se nutre de mí

 toda la sed del huérfano

y hurgo entre las tumbas.

Se desvanecieron los manjares

que encendían las bocas,

que apuraban tu pie por el lodo

donde el alma es una intrusa

sirviente del espino.

Siempre hubo una autómata en este

reino nocturno.

Los peregrinos siguieron temerosos

su escaso itinerario de abismo

al contemplarte, al presentir tu grito

en el murmullo.

¿No ve la espada incandescente,

no cuenta él todos mis pasos?

El corazón es un castillo invadido por

íbices, por cierzos y por ratas.

¿Quién se ríe en este refugio, a solas,

pecado comprender

anunciador al cortejo,

al insaciable que ya mora en tus

entrañas?

¿En cuál nacimiento alguien goza

y se alegra y repudia

a las vastas muchedumbres

congregadas en honor

del bebé en las pocilgas del odio?

Que le incrusten un lutito a la altura de la débil membrana /

(extenuante hasta la desesperación),

un lutito dorado como breve cereza

pudriéndose en los ojos.

Y él, con su olvidado clamor de

pasado en fuga,

nunca más deslumbrante que hasta

el día primero del final

en que olvidas tu cuerpo, en que

viene tu cuerpo

entre los desperdicios de un corazón

que fue un planeta ardiente,

hará de las distancias un aluvión de

desposeídos,

del miedo un veneno insoluble.

Porque las astillas fueron

entresacadas de la carne

sin que apareciera el signo

indignante de tu camino a ciegas:

La delatora cicatriz bajo el milagro.

 

 

 

 

 

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El sortílego ha venido a taladrar los huesos del cordero negro,

aun a expensas de sus pieles, de la

férrea palabra que lo nombre

en su idioma de fosas y

lamentadores de amantes

repudiadas

consumiendo en su avidez hasta el

abrojo, vaciando los odres,

atraído por la muerte (por la memoria

de la muerte, por la impura)

que separa la ciénaga del mar

con su hocico de bestia apacentada.

Él no espera.

¿Y dónde queda el brindis de los

reyes exiliados?

¿Y qué perdura del olor de las pieles

después del amor

cuando esta dicha parece trasvasar

los relámpagos del infortunio?

 

 

 

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En ese lecho sepulté mis infiernos

de hielo,

junté cenizas para el desesperado

que busca su niñez en los andamios.

Asediante estación de trenes,

arena está borrando las pupilas.

Para siempre es hoy con ciegas

 murallas y con huéspedes enfermos

precipitándose al vacío de este

mundo. 

¡Inobediente y limado vacío más claro

que la perfección!

Para siempre en traje de abandono.

Para siempre con traje de sirvienta difamada.

¿Pero quién rehúsa pronunciarme

madera -cara a cara-,

invocar a sus madres con los

sonajeros del juicio?

Temen. Ni siquiera oyen los lamentos

del lebrel en su guarida,

del conejo incestuoso, de un chacal

carnicero por detrás de las rejas,

de la piara sedienta huyendo ahora

de los lobos, de la astuta comadreja,

de la cebra invencible en las praderas

de una pesadilla celeste,

de aquel ciervo amamantado por tus

tiernas manos de nodriza.

Afuera no hay nadie, nunca hay nadie,

ni un rastrojo de deseo enmascarado

por las caligrafías de pavor,

un armiño donde el ausente trace el

gesto final de despedida

y de pronto cubran de flores su cabeza.

Nadie queda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                         

 

 

 

 

 

 

 

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Rugoso desierto congelado en tu

vientre, tan cerca de la luz,

el canto sube cuando roban las llaves

de este reino.

El trapecista anhelante se ofrece al

rito

cuando Lucas Cranach entrevé de su

iris bienhechor

la cabeza devorada de toda vigilia.

Áspero refulgente, en el tapiz urde

la salida imposible

donde infancia y vejez se

transforman en dos brasas

para el cruel exterminio de tus caras

de mármol,

desertoras de lo humano.

Si te clavaran en un lívido retrato

como si te crucificaran,

él te buscaría por los recodos del

mundo

hasta arder en tu máscara por

nacimiento y naufragio. .

El sol desprende angustia en esta

hora.

La selva inmola a los yacentes sobre

un teatro de desapariciones.

Debes partir antes que anochezca,

que te horaden los húmedos filos de

un cedro azul de pesadilla. 

A lo lejos han matado al padre, cavan

una fosa,

mienten los huesos abiertos de su

espanto,

deshabitan cada nicho recubierto con seda.

¿Te inclinas, mejilla devorada, sin

traicionarme?

¿Qué crimen cometí en esos

lavaderos de la furia?

¿En qué caída de un imperio -nada

más que con antorchas apagadas-,

soplas sobre un nidal de pétalos

escalofriantes?

¿Y llegas a sepultar al de los ojos

abiertos, la boca lúgubre?

El cadáver sufre pérdidas visibles.

Todo nombra la conjetura

de decir por amor la mudez del

enigma. 

Pared leprosa; hilos leprosos.

La fiesta baja perversa un resplandor

de viejas melodías.

¿Dónde se rebelarían los vejadores,

dónde están los hospitales?

Sé que han dormido el corazón del

hombre con los restos del ácido,

que no puedes oír al moribundo que

eres 

aun cuando cae la noche y el grito

fue un sollozo,

que no podrás oír jamás la sílaba con

que convocan a tus muertos.

Los peregrinos irrumpen, tallan es

la sombra

la inscripción del desierto.

(Y eras con tu ira y tu asco, libre del

polvo y las respuestas.)

Afuera no hay nadie.

¿Cómo es que no hay nadie cuando

todos imploran

con sus mímicas la entrada al jardín?

Afuera no hay nadie, dirán otras voces.

¿Pero qué vigía habla de la corteza

descascarándose

al grito del principio?

Nadie llama aquí -nadie me llama-,

nadie llama con la astilla de la sangre

a exhalar el milagro y sus crueles

prodigios.

El viento es cierto.

La mirada es cierta.

Esta voz es cierta.

Crujen. Era esto lo esperabas:

un aroma a neblina flotante en las acequias, un color desolado,

el oscilante samaritano con el anillo

de Shakespeare

el barro hirviente de tu desintegración.

 

 

 

                                                    "... de ver que un muladar tan sucio y de mal olor hiciese huerto de tan suaves flores."

 

Teresa de Ávila, Su vida, Capítulo X

 

MANUEL LOZANO GOMBAULT

Buenos Aires, junio de 1993 / diciembre de 2003

 

(Este texto integra el libro Historia Natural de la Herida ").

 

Manuel Lozano Gombault nació en Córdoba, Argentina. Es Profesor y Licenciado en Letras, Master en Historia de la Cultura Argentina, Master en Gestión Cultural, Doctor en Filosofía de la Educación (medalla de oro), Coach ontológico, y escritor (poeta, narrador y ensayista). A los nueve años, dio su primera conferencia sobre “Borges y la eternidad de los tiempos”, actividad que continúa hasta la actualidad en todo el mundo. Ha escrito treinta y un libros, como “Libro de Amenemope”, “La línea y el Círculo”, “Historia Natural de la Herida”, “Cosmología de la sangre” y “Tratado sobre una infinitud que arde”. Recibió 103 premios nacionales e internacionales, como “Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores” (a los 18 años), “Premio Joven Sobresaliente de la República Argentina (votado por unanimidad por quince personalidades de Argentina),“ Premio a la Excelencia Educativa en dos oportunidades (2004 y 2007), “Primer Premio Georg Trakl” (España), “Primer Premio Interletras” (España), tres Doctorados Honoris Causa y “Personalidad Emérita de la Cultura Iberoamericana (Brasil), entre otros. Borges escribió sobre su obra: “Nos deslumbra con páginas memorables. Descubro que tiene el hábito de frecuentar el universo (…) Es el más alto de los escritores hispanoamericanos ”. Actualmente es CEO de “Consulting Group”, Presidente de la Fundación Interdisciplinaria de Estudios para el Desarrollo, y docente universitario. En 2019, fue nominado al Premio Nobel de y docente universitario. En 2019, fue nominado al Premio Nobel de y docente universitario. En 2019, fue nominado al Premio Nobel de  Literatura.

leer también en: 

https://2019poetasarchivosdelsur.blogspot.com/2021/10/manuel-lozano-gombault.html