Ayer, mientras leía a Borges
Para Aymara Aymerich
Ayer, mientras leía a Borges,
pensé de un modo diferente la tristeza.
El polvo al pie de las murallas
era el polvo apagado en una tarde de verano,
pero en la página viva
fue el pulso intemporal de una escritura
—suspendida desde antaño
entre el musgo y las losas de mármol—
y fue también la huella manifiesta de un origen
—perdida bajo el agua
en la memoria de cien generaciones.
Nada de lo que llamamos real
hizo que pensara la tristeza de un modo diferente
—la vida es ahora virtual y distante
y débil es el pensamiento de la época, you know.
Al pie de las murallas
gocé tu desoladora belleza y la belleza del mar
recomenzando,
pero no deseaba en verdad un modo diferente
—la vida es ahora una copia
y tu cuerpo repetición de otros cuerpos
pasados y por venir.
Los magníficos dramas
hicieron a los griegos eternos
y a Shakespeare un hombre obligado y libre
—descansan, sin embargo, muy lejos de lo real:
en la tensa plenitud de su tiempo,
o en los espacios congelados de las videocintas,
el mito digital y la imagen.
Nada en el mundo físico
anunció el sentido de aquella revelación;
pero ayer, mientras leía a Borges
—lejos del mar y las murallas y tu rostro
y el polvo—
y el polvo—
pensé de un modo diferente esa humana tristeza
y la serenidad y el oro de una página.
(c) Alberto Edel Morales Fuentes
La Habana
Cuba
imagen: Alberto Heredia, Sin título/ Ricky y el pájaro (de la muestra de Alberto Heredia en el MUNTREF)
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