Alfredo Londaibere |
Me sorprendo impelido por sombras insistentes
Envuelto en telas de lustres oscurísimos
Sorprendentemente despierto a la hora ociosa cuando
Nada ni nadie discurre por
Calles, Avenidas, Calzadas o Mataderos.
Me asombro, me maravillo del silencio que angustia ahora
Al equilibrio de un tic tac armonioso que desgasta mis tímpanos hechizados
En su lucidez desprovista de albor.
-Los sonidos se magnifican y se agrandan y cavilo que quizás la muerte nos custodia perversa-
Y descubro el inclemente aleteo del pánico batiendo dentro de mi pecho rezagado
Consultando a los hados si todavía pasean cerca aquellos eruditos
Magnánimos hombres diluidos brutalmente en la sustancia del tiempo.
¿Me socorrerán Borges, Poe, acaso Dante o Neruda durante el apremio que me
Sofoca y me desvela y me besa la frente despejada y lustrosa?
Me encuentro solo, me declaro mancebo de compañías o asilos
Desamparado irremediablemente de escoltas noctívagas.
Solitario me he quedado, desolado me he ido quedando
Solo estoy, y solo me tengo y me quedo…
He pactado que estaré íngrimo ante la apatía de los péndulos amenazantes.
Foscas palabras, diáfanas controversias recorren estas venas durísimas
Y me salvo, salvo voy subsistiendo aquí recostado
Estropeado a las 4 a .m. de este primigenio jueves
De un mes cualquiera de marzo
De un año cualquiera de 2011.
Hora prima
Ha llegado inexorable la hora de trazar la línea
Durante la cual
La daga viajará libre por el éter
Durante
Las extensas oquedades que provocan tus labios
Cada vez
Que aislados por estas distancias sin medidas
Tratamos de converger
Distantes
Superfluos
Incontenibles.
Avasalladores rugidos de mar
Nos acercarán
Pero aún así persistirá esa distancia grave
Y resignados
Nos anidaremos en rígidos brazos de loza
Sollozaremos vencidos
E inconsolables.
¡Ah esa soledad que nos habita sin medidas!
¡Esa que retoza y se mofa de la alegría!
Nos domina
Nos aniquila día a día
Pedazo a pedazo
Poco a poco nos consume el alma
Como si fuera cosa de nadie.
Y tú tan lejos y sin horizontes
Sin faro
Ni luna
Ni estrella guía…
Pero un día me verás llegar
Sin aviso obligado
Arrastrando el recuerdo de tu cara como lastre
Y el sabor de tu piel todavía adherido a mi aliento.
¡Te sorprenderé!
Y ya no estaremos más separados.
Residiremos de pie, hombro con hombro
Imitando la solidaridad
Muy felices
Dulces
Mansos.
Y ese océano tuyo y mío
A la lejanía infinita conformará en su espuma
La sal de todas nuestras lágrimas expulsadas en vano
Puesto que nuestro vinculo siempre fue
La esperanza.
De nuevo seremos los sobrevivientes del cataclismo,
Yaceremos como los náufragos salvos de las turbias y gélidas aguas
De eso, que ahora
Muchos se dan por llamar
Amor.
(c) Rafael Ángel Valladares Ríos
Tegucigalpa
Honduras
Rafael Ángel Valladares Ríos es escritor
imagen:
Alfredo Londaibere,
Oxala baba, Oxala baba
Colección Alberto Goldenstein,(de la muestra en la Fundación Proa)
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