David Fernández Rivera |
Etiología del dolor
Todavía resuena en el elástico
de nuestra garganta de leña,
el portazo en los bastones
oxidados
de una espalda
que ya no puede volver atrás…
Hay un avispero de botones en el suelo,
y sus uñas se grapan
al tinte que recorre
el parabrisas geométrico
de un automóvil
bajo el recorrido circular
de la puerta.
Para ella,
todos los días
aprietan del mismo modo
la irritación incrustada
en el timbre
que responde bajo el hueco inflamado
en los escombros
de quien ya no quiere recordar.
Es entonces,
cuando los azadones metálicos del lacrimal
aprietan con fuerza
los surcos
de las cartas que ya no abre
en el miedo de impregnarse
de aquello que algún día descubrió
bajo el motor
que nos edifica
sobre los piñones engrasados
del rascacielos.
Sin embargo,
prefiere alejarse,
a través del cigarro
que filtra
la deformidad escolar
con la certeza inconclusa
en la muerte del poeta.
Es así como la astenia
sepulta el raspador
de quien sólo ve su crecimiento
en el trasatlántico
que navega sobre una cremallera
que hilvana con tornillos de azufre
el marco que retrata
la savia
en el insulto
donde los marineros atajan su indiferencia
con un troquel
plastificado en un residuo de monedas.
A ella le debemos tantos cementerios de asfalto,
donde se esfuerza en arrugar el neón de su sonrisa
sobre la agonía de unos bosques,
que sin saberlo,
todavía echa de menos…
La cordura del suicida
Las ballestas de los camiones
deslizaban en el pasador
de sus entrañas
la bombona rojiza
de una niña vestida de comunión.
En ella pude adivinar
la rejilla neumática
sobre el gancho que sostiene la vitrina quemada
en su tabique nasal.
Allí puedo verme cuando era niño,
y dibujaba en los folios en blanco de la escuela,
una estantería con las mismas hélices de juguete
que ahora pisotea la plomada del auxilio
bajo los pistones
ensangrentados del autobús.
Esta visión,
quiso alejarme de la persiana
para incrustar en cada paso
una granada de azufre
en el continente que seguía perforando
la tristeza
con la colmena
que enmascara mi lecho
en los vendajes
que cubren la grava del revólver
sobre la herida abierta
en el silencio del micrófono.
Mientras tanto,
la astenia colectiva
desplegaba una ovación
en los tacones
que esconden los pliegues de la savia,
a través de un zumbido que sumerge
bajo los calambres del metro,
la ilusión que ahora anestesia
el útero perdido
en el sudario blanquecino
de un caballito infantil…
Se detuvo el pulsómetro
y quise volver a verla,
sin embargo,
ya sólo quedaba un encaje blanco
en la misma niebla que atraganté
por entregarle mi mano
lejos del neón que discutía
más allá de la ventana.
(c) David Fernández Rivera
España
Acerca del autor:
David Fernández Rivera, poeta, actor, director, dramaturgo y artista plástico, ha publicado “Caminando entre brumas” (2004), “Sentimiento y luz” (2005), “Canciones de mi ausencia” (2005), “Corceles” (2006), “Entre la sombra y el grito” (2008), “Manifiesto del retorno y la liberación”, junto al poeta Ángel Padilla (2009), “Alambradas” (2010) y “Sahara” (2011). Esta precocidad la mostraría también en el mundo de la escena, puesto que Rivera siempre ha buscado una redefinición de la poesía, para materializarla en su plenitud sobre soportes tan diversos como la música, danza o teatro.
Tras realizar sus primeras performances poéticas mucho antes de la veintena, debutaría como actor profesional en el 2007. Posteriormente realizaría trabajos de interpretación en diferentes montajes de envergadura con diferentes compañías, alternando esta faceta con labores de dirección, como la realizada junto a Moira Chapman (directora del exitoso musical “Cabaret”) o para su propia compañía: “Compañía de David Fernández Rivera”.
Es reseñable también su labor de divulgación poética y cultural como locutor en tres emisoras gallegas a lo largo de los últimos años, así como su producción plástica, en la que reseñaríamos su actual instalación “Trepulco” y el proyecto escultórico – interactivo “Diábolo”.
Actualmente vive volcado para su compañía tras clausurar su primera gira con “Alambradas V.L.” y preparar las representaciones de “Hipnosis”. El teatro, junto con la poesía, es lo más representativo de un autor y director que ha conseguido generar una nueva entidad escénica al combinar muy acertadamente música, audiovisuales, teatro, escenografía y cualquier elemento con posibilidades comunicativas o negando la oportunidad de transmitir el reduccionismo de un mensaje racional como tentativa para llegar más hondo de sí mismo, y por ende, del espectador. Y aquí, llegaríamos a su actual producción artística centrada en denunciar conociendo aquello que todavía no puede ver.
Todo este trabajo saldrá a la luz con su poemario inédito “Ágata” y “Ecos de la noche”, su primer disco, que actualmente ya promociona en diferentes actuaciones a nivel internacional.
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imagen: Joaquín Torres García (de la muestra en el MUNTREF)