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domingo, diciembre 4
Jorge del Río - Hambre tardío
Hambre tardío
Danza y Niebla
Luna nevada de las madrugadas
Por ahí el tiempo estuvo habitante
El tiempo y los trapos que se
enajenaron conmigo
Mi cuerpo botado en la ciudad
Mi discurso encadenado en los cerros
Mi canto el sepulcro de los distantes
La humedad bebiéndose mis sueños
con todos los segundos sedentarios
Danza y Niebla
Huella descalza en el infinito
Esquina de marea horizontal
De marea y holocausto desapercibido
Mi alma vieja
Mi alma extraña
De los hombres exenta por un hilo de
luz desahuciada
Mi razón perdida
Perdida entre la razón de los razonables
Perdida en el centro de la oceanía
Como un vértigo insalvable
vomitan mis entrañas
Es la materia de los materiales
Mi razón extraviada apareciéndome
Danza y Niebla
Tormenta de bella locura
Polvo y Ceniza y Seducción
Espejo de ánimas y pergaminos
Relámpago en los ojos míos
enfermos de brillo
Transparencia iracunda
Vertiente de mi paraíso indomable
Tengo afortunadamente mi razón perdida
Y afortunadamente sueño en el
arroyo de los planetas
Se me va la vida por los cauces de
mis aguas saladas
Siento el puñal bailando en la
bruma tuya
Todo se hace inmemorial en esta
desmayada agonía
En el efímero rincón donde mis
ojos encuentran las rodillas
Donde ahí sucumben los surcos
cotidianos en una sola llaga incolora
Y me hago quema de varillas impotentes
Y cicatriz de cal en mi suelo debilitado
Adoro la soberanía del cansancio
Su huella en mi llanto
La lujuria de su brutalidad distraída
Adoro la carga durable de su
insistencia cayendo de a ratos
A ratos de miedo y a ratos de
fuego sobre mis párpados
En los collares finalizados por el
resquicio del mestizaje
Allí el cansancio se torna moreno
entre el desenfreno y la sensatez
En el equívoco de un limbo tedioso
Adoro el espíritu y las manos
libres de sombra
Adoro el vacío de los sumideros de piedra
Adoro tu abismo de miel
La distancia de un grito mudo
y su presencia en el aborto
interminable de los estrépitos
He sido el invasor de los misterios
inefables
El de la médula vestida de perfume sordo
El invasor de la intimidad
vejada por mis estrellas desquiciantes
El de tu sigilosa embriaguez y
de la historia
El de los temblores permanentes que
no mueren con la muerte
Adoro penetrar en el nacimiento de
los otros y en mi nacimiento
En la súplica inicial de sus instintos
En la carne desposeída de conceptos
En el faro de la tiniebla
escondido tras el rostro de un lucero
Adoro penetrar en las cenizas póstumas
de la ética
Y me hago impertinente desde el sumiso albedrío
escondido entre mis ojos y mis rodillas
Se me desborda todo margen de intensidad
Me disuelvo integro
Me derramo sobre los charcos
volubles con mi antorcha en el
pecho y los ensamblados delirios
de mis labios semejantes
Cómo quiero ser la lluvia negra
que anda por adentro de los ciegos
Y agonizo
Agonizo como los atardeceres
Y así mi cuerpo cae inerte
Por fin habrá muerto con los
violines de la aurora
Y la vida
La vida colgábase de una estrella
esperando la noche
Dependía de un solo zumbido
Del último hálito
De mi decisión obsesiva: El
individuo y su silencio
No sé si gané o estuve derrotado
No sé si mi pálpito debió ser el
de un hombre o quizá el pálpito
de las algas a la deriva en la resaca
No sé cuán fuerte fue mi voz
en la tiniebla de tus entrañas
Ya no puedo saberlo
Tus manos habitantes cerraron la noche
Y mi luz perdió la vida definitivamente
He muerto tan desnudo como naci
Tan desabrigado como el otoño
En las avenidas y en los senderos.
estuvieron durmiéndose mis vestidos
Con cada minuto su infamia
cayendo junto a las lágrimas
He muerto mísero y despedazado
Con la debilidad sustentada en mi
pecho muerto y desvestido
Tus vísceras habitante de mi hombro sujetas
Tus ojos volcados en otros destinos diferentes
Mi beso hambriento ya olvidado en tu savia
Has muerto conmigo en un solo trozo
Apartándote de mis pasos
Entrando en la rueda de los asfaltos
En el vino de las fiestas
En la ironía vil de los bufones
Has muerto engalanado de bellos ropajes
Con la caricias de los saxofones
en tu ebriedad
Con el tono agudo evadiendo verdades
Con el sello superficial de las
cortezas en tu mente profundizada
Hemos muerto habitante
Hemos muerto a merced de los lobos solitarios
De mí comerán el despojo y las
cenizas residuales
De ti las lavandas y trufas brillantes
Despreciarán mi grito los demonios
Y los ángeles cantarán en el tuyo
Sin embargo
Mi sangre por los ríos del tiempo
fluirá nuevamente
La tuya quedará atrapada en los
cementerios de fino mármol
Y me voy
Me voy con los pelícanos que huyen
de la tarde
Con las costillas afirmando mi pena
y sus pasos de grillo
Busco a los oídos muertos por la oquedad
Busco la niebla en la voz distante
de los lomajes
Y la mano ausente que dejó de ayudarme
No encuentro la pulpa que me
extrajeron los aprendices
Me soy al lugar ignorado por mis sudores
Al deshielo de los infames
Hacia adentro por las heridas
Me voy con los pelícanos que huyen de la tarde
llevándome sus alas nocturnas
a donde ya no puedan
verme con mi desnudez
Y dejo aquí mis pálidas vestiduras
Y dejo también mi intelecto
En mi sombra dormirán mis hijas
Atadas por el instinto impermeable de mi verso
Y con ellas brotará la madrugada
Tal vez en un murmullo apasionado del sol
Dejo aquí a mi padre y a mi madre
Al padre y a la madre que soy o que puedo ser
Dejo a la amante de mis orillas
entre las sábanas y el olor a tempestad
Dejo el aire encinto
para que abierto nazca todo lo que
queda de mí
Hambre tardío
Mi último soplo
Dejo la vida afuera como las
gaviotas su aleteo taciturno
Después del amanecer he muerto
Antes de la última hora
Con una orquesta de clavos riendo en
mis costillas
Crucificado entre los extremos del
alba y su boca
He muerto
Ya no me quedan palabras
He muerto tan desnudo como nací
Tan desabrigado como el otoño
Mi alma ha salido
Me ha dejado en la cárcel de mi cuerpo
Soy ahora un millón de semillas
deambulando en otras arterias
Oh Hambre tardío
Mi respiro está multiplicado
El cuerpo me sobra como un lienzo
La piel se ha descolgado de mi entereza
Ya no vivo como las sierpes
Ya no vivo para los otros minerales
Estoy tan adentro de la vida
Tan afuera del precepto
Tan a era de la corriente que nos
roba el musgo y la danza
Tan adentro del instante y de la eternidad
Estoy tan exhausto
Tan rebelado
Tan dividido entre el aire el mar
y la tierra de la constancia
Tan enajenado como mi reciente
respiro terminal
Dónde estás semejante
Dónde tu miedo y tu orgullo
Dónde con mi abandono
Dónde las enormes primaveras que prometiste
Dónde los tambores de la prosperidad
Dónde están los labios que besaron
mi humildad
Dónde has sepultado la decadencia mía
que te ama
Y mi verso
Y mi pasión
Y mis ojos afilados
Y mi pobreza
Dónde botaste el fruto de las amapolas
Dónde mi palabra escupida
Dónde los momentos que sobrevivieron
a mi locura
Dónde mutilaste mi silencio y el
tuyo junto al mío
Dónde las gruesas horas de la lluvia
Cómo me duele la fábula
Cómo te pediré perdón por no haber
fallecido entonces cuando hube de nacer
Cómo quiero volar en un sueño
desde los campanarios ensordecedores
Y patibulario
Y flor de magnolio
Y sonata de mariposas
Purga de inocencia
Amor exacerbado en mis pómulos
La nada de pie sobre la
espátula de los segundos
Oh alarido de la tranquilidad
La niñez cual flecha desquiciada
El llanto encinto al despertar
Y sobre los árboles sólo huele
a viento de mediodía
La flama descansa detrás del humo ocurrido
Un paso y otro paso al desvelo
La distancia herida
Los caracoles
Su útero y mi moho estancado
en su cofre
Las sábanas arrugadas del desierto
donde viví y amé
Las ágatas caídas desde sus alas
El halcón celoso de su reino
El canto final
Oh Canto tardío como el hambre
Canto de las araucarias y de los
arrayanes de mi balcón
Olor de los espinos quemándose de soledad
Madera turbulenta adentro de mis
brazos aturdidos
Oh ceguera y plumaje
Y pena constructora de vertientes
Y suave navío de los horizontes
Cómo me duele la muerte que
me sonríe
Si sólo no te hubieses ido
La tierra seria azul y cada habitante una estrella
Sin el duende todo se parece a las cenizas
Cómo quiero que vuelva mi espíritu libertario
Si sólo no te hubieses ido
Si sólo la magia se hubiese
mojado de fraternidad
Si sólo hubieses permanecido en mis
huesos por otro siglo
Si sólo me hubieses rescatado de
la ávida modernidad
Sentada tu silueta en el escaño del parque infinito
ella me verá pasar sobre las
hojas del próximo otoño
Y llevarán bufanda las esculturas
rayadas de fierro
Y yo un carruaje desangrado en
mis pestañas
Debo a lo que vendrá del futuro
toda mi antigüedad decapitada
Y a la industria
todas la bellas piedras y los
listones secos de la melancolía
(Año 1993
9 página 111)
(c) Jorge del Río
Santiago de Chile
Acerca del autor:
Jorge del Río; poeta nacido en Santiago, 1955. Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile,actualmente es Director de la Fundación Gonzalo Rojas. Ha participado en numerosos encuentros, presentaciones y lecturas poéticas de diversa índole y con distintos poetas nacionales y extranjeros. Sus obras publicadas son: Tiempos de Ensueño, 1986; De los Oleajes, 1988; Adiós a los Años duros, 1991; Hambre tardío, 1993; Los Poemas del Insomnio, 1996; Vuelvo al Origen, 1999; Y Soy de la Muerte, 2001; y "los Poemas del callejón de Adentro", 2004.
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