foto: Victorio V. Suárez
(Buenos Aires)
Victorio V. Suárez (Asunción, 1952) es poeta, ensayista, periodista, catedrático, director y fundador de la revista Arte y Cultura.
Su libro de poemas Oficio de caminante ha sido prologado por Silvia Prida y por José Vicente Peiró Barco.
A continuación se publican los prólogos y algunos poemas del libro:
BREVEDAD CONCENTRADA Y EVOLUCIÓN ESTILÍSTICA
El título de una obra literaria es siempre un inductor de lectura, y “Oficio del caminante” define la actitud esencial del yo o hablante lírico de este nuevo poemario de Victorio Suárez.
El sustantivo “oficio” puede interpretarse en su doble acepción: como ocupación habitual o función que alguien desempeña o como rezo diario del sacerdote en la función religiosa, lo que le daría al conjunto de poemas y a la actividad de crearlos, condición de sagrados.
Pero se trata aquí de un oficio de caminante, y por ello a su vez, el libro se sitúa en la tradición occidental y cristiana que desde la “Divina Comedia”, pasando por las “Coplas” de Manrique y más cerca nuestro la poesía de Antonio Machado, concibe la existencia humana como un viaje, que nos lleva a distintos lugares según la cosmovisión de cada poeta.
En uno de los poemas del libro, titulado “Almas”, hay una recreación de la imagen manriqueña de los ríos, en la tercera copla por la muerte de su padre:
“Todo va llegando al mar
Para morir…”
pero la visión del mundo y la vida del más allá que se desprende de sus obras difieren en ambos autores sustancialmente:
“se tuerce la impotencia
de un espacio sin luz” .
Porque el sentimiento que predomina en el conjunto de poemas de Suárez es el desencanto por el tiempo que pasa sin dejarnos nada ni ofrecernos nada después de la muerte, mientras que en el pensamiento de Manrique existe la fe en la vida eterna y la seguridad del premio o el castigo.
La cosmovisión que se desprende de los textos en “Oficio del caminante”, se acerca más a la visión del mundo de la poesía machadiana:
“Caminante son tus huellas
El camino y nada más.
…………………………
Caminante, no hay camino
Sino estelas en la mar” .
Los famosos versos de Machado hablan de lo efímero de la existencia humana y del mínimo rastro que esa existencia deja en el mundo. Los de Suárez encierran un nihilismo extremo en el tono general del libro y en especial en versos como los del poema “Vigilia”, ya que hay seres que entrecruzan sus miradas sin verse:
“ignorando lo que queda
a un costado de la vida” ”
Se habla de la imposibilidad del encuentro con el otro, y de no poder conservar siquiera una imagen vívida de nuestra propia existencia, de todo lo que fue nuestra vida. Estos gestos vacíos suman su sentido a la imagen titular del caminante, que define al yo lírico como alguien que no descansa, que no tiene morada donde llegar, y por tanto su vida es un viaje permanente, sin descanso, cuyo único final es la muerte.
Otros versos del poema “Vigilia” pueden enlazarse una vez más con los de Machado:
“No se pueden conocer los rastros
de las manos en el agua…”
Se transmite una vez más la imposibilidad de perdurar o dejar rastros, pero como el agua es además símbolo del inconsciente, esos dos versos pueden sugerir también la imposibilidad de bucear en nuestro mundo interior, de acceder al conocimiento de nosotros mismos.
En estos textos todo muere o conduce a la muerte y en los títulos de varios poemas del libro la muerte está presente. Se percibe una sensación de cansancio, de agotamiento, de hombres que se mueven sin rumbo en un paisaje gris, con hospitales, baldíos y desechos: ni el mundo de la naturaleza, que fue refugio para los románticos, ni el placer del sexo exaltado por algunos modernistas, pueden colmar la sed o calmar la ansiedad del caminante.
Hay seres encerrados entre cubos ahumados, que no dejan pasar la luz, metáfora de las construcciones de las grandes ciudades, donde millones de hombres trabajan como autómatas en prisiones de vidrio, sólo para sobrevivir.
”Todo está herrumbrado” dice el yo lírico en el poema
“Visiones”.
Es cierto que a momentos, el encuentro erótico del que se habla en varios poemas, parece dar una tregua al dolor y a la soledad, pero las almas se muestran entonces como desconectadas de los cuerpos, no se entabla una comunicación plena.
Las imágenes más logradas son imágenes que expresan nostalgia de cosas perdidas, o que tienen una belleza amenazante:
“Un siniestro tulipán exhala su perfume
En el azul templado del aire…”
“Los días vacíos
no tienen tiempo de borrarse”
Un excelente ejemplo de lo que nos da el encuentro de la pareja humana aparece en el poema “Presagios”, en donde lo erótico no se limita simplemente al placer, pero el sentimiento es demasiado frágil:
“La afable ternura se desvanece
como una lágrima gigante…”
Y en el poema “Peregrino”:
“las piedras taponan la garganta
magullando las almas divididas…”
En “Matiz”, el hablante lírico afirma:
“Todo está listo
el último concierto
ha comenzado”
Hay en el libro y en especial en estos versos, una conciencia del acabamiento, de una vida ya vivida, que no tiene esperanzas ni expectativas.
El poema “Construir” se caracteriza por una brevedad concentrada que muestra una evolución estilística en la obra de Suárez, ya que en sus libros anteriores predominaban los poemas largos. El título funciona casi como un oxímoron con respecto al significado de los versos:
“Apretar la voz hasta el silencio
ver de qué manera se apaga
el cuerpo y la historia.
Hundir el clavo ardiente
en el centro mismo del corazón
y construir la calzada
hacia lo ignoto”.
La poética del desencanto se profundiza en este texto, la voz busca el no decir, para que el yo lírico sea un espectador silencioso de su propio dolor, y marca el punto culminante de la negación. Como en el final de la primera parte del “Martín Fierro” de Hernández, el cantor rompe su guitarra porque renuncia a la comunicación con los otros, el hablante atenúa su voz hasta el silencio.
Pero hay más; hemos transcripto completo el breve poema que condensa, creemos, el significado total del libro, y también sugiere algo nuevo: hay una intención
de autodestrucción, de regodeo en el sufrir, “de hundir el clavo ardiente…”, como manera de dar el salto hacia lo que está más allá de los límites de la vida humana, pero que no se sabe qué es y a su vez, es lo único que queda por afrontar. Es como si el yo construyera su propia muerte en un solo gesto.
Si bien el sinsentido y la angustia existenciales son temas obsesivos del libro, “Oficio del caminante” no se agota en ellos. El yo lírico trasciende su circunstancia individual y en la sección del libro titulada “Límite” su mirada se vuelca hacia el mundo exterior y los horrores
de las grandes ciudades que en la primera década del siglo XXI no han resuelto problemas como de la miseria y la marginalidad de una gran parte de sus habitantes.
Podemos decir que textos como “Letrina”, “Purgatorio” y varios que les siguen, implican una clara denuncia de la injusticia social que reina aún en el mundo.
La última sección de textos, titulada “Voz”, presenta en el poema “Caverna” el tema de la búsqueda metafísica de la verdad; hay en otros alguna alusión a temas mitológicos y autores antiguos que revelan la formación filosófica del autor, pero esos nuevos elementos de la serie final no encierran un cambio en los ejes que vertebran la totalidad de la obra, ni dejan entrever una cosmovisión más esperanzada.
El poema “Muerte” dice que: “no valen la pena el recuerdo ni el olvido” y los versos de “Sombras” presentan una de las imágenes más terribles y hermosas del libro, para mostrar
el destino implacable del hombre:
“El ojo de la muerte es una gota de agua
que cae tozudamente pronosticando la noche”.
Silvia Prida
Montevideo, 19/ 7 / 10
SENCILLEZ FORMAL PROVISTA DE UN VOCABULARIO PRECISO
No es necesario presentar a Victorio Suárez. Su consolidada trayectoria literaria, unida a la de crítico e impulsor de la revista Arte y Cultura, no precisa de muchos comentarios laudatorios. Desde aquellos tiempos en que dirigía el magnífico suplemento literario del diario Noticias, no ha dejado de figurar en el primer plano de las letras paraguayas. Ya en su primer trabajo publicado, Los fuegos del alba (1985), no dejó de deleitarnos con un oficio literario ejemplar y un conocimiento profundo del lenguaje poético, que como alguien dijo, “es un oficio más viejo que el oficio más viejo del mundo”.
Su nuevo trabajo lírico, Oficio del caminante, es un diálogo entre los sentimientos humanos y un entorno, casi siempre de la naturaleza. Ese diálogo suele traslucirse en indagación espiritual, dibujo de efectos interiores. Bajo una aparente frialdad y una sencillez formal provista de un vocabulario preciso, Suárez nos transporta al impacto físico y moral de las situaciones. La oscuridad o el silencio tienen una explicación conceptual si se le aplica la razón sin perder la emotividad.
Si algo cabe decir sobre la poesía de Victorio Suárez es su afán por el riesgo. En ocasiones, hemos hallado en sus poemarios un fuerte rasgo de opacidad expresiva, donde ha sido necesario el esfuerzo del lector para su comprensión. La irracionalidad ha presidido su concepto creador, hasta el punto de generar un compendio de metáforas próximas al surrealismo y, en ocasiones, al absurdo, para mostrar las interioridades del universoimperceptible. Pero Oficio del caminante es un giro consciente en su trayectoria lírica. La expresión y la extensión se han simplificado. La metáfora, aun sin perder el riesgo, ha ganado en limpieza y en profundidad.
Nuestro autor ya no se conforma con esbozar su pensamiento: pretende comunicarse con el lector y establecer un diálogo fluido entre la palabra y su pensamiento.
De esta forma, nos transmite un desasosiego vital que es preocupación permanente en su poesía. Un vacío existencial movido por la banalidad de nuestra vida.
Versos como “Nadie intentó mirarse / después de colgar sus sueños / en el duro silencio de las estatuas” revelan la carencia de ilusiones provocada por la despersonalización.
Somos carne, pero ¿somos espíritu? Incluso el erotismo plantea dilemas de incertidumbre.
Las tres partes del poemario sugieren su contenido:
“Presagios”, “Límite” y “Voz”. Lo mágico, lo tangible y la expresión. Pero, como expresa en “Interrogantes”, ¿por qué se agitan las voces en el viento? Si el lector desea saberlo, debe aprender el oficio del caminante después de leer y entender este poemario donde Victorio Suárez se muestra feliz entre las palabras.
José Vicente Peiró Barco
Valencia, España. 5 de julio 2010
CONFIGURACIÓN
ENVOLTURA
Restauró su simplicidad de arena
y trató de entender los presagios
que anunciaron la vigilia.
Había inflamado los poros de la carne
pero las moléculas de existencia
resguardaron sus plataformas.
Latidos de furia voltearon el aire,
las estatuas cortaron su envoltura
hasta llenar de talco la mañana.
Las crónicas registraron el incendio
y en las calles arriadas de almas prisioneras
ninguno volvió a caminar como debía.
VIGILIA
No se pueden conocer los rastros
de las manos en el agua,
tampoco la lividez del vacío
cuando apenas queda
un soplo intencional
en la robustez perpendicular
de la tarde.
Presencias aclimatadas
cada fin de semana,
resplandor de ansiedades
y luego la vigilia.
Las miradas se entrecruzan
ignorando lo que queda
a un costado de la vida.
PORTEZUELAS
Las jornadas filtran sensaciones
que golpean las portezuelas.
Se ahogan los fogones
y el poniente no serena el alma.
Ya nadie responde.
La soledad llena los sitios
de inexorable vejez en los espejos.
AGUAS
Una apacible conjetura
arrugó su orgasmo negligente
en la clandestina humedad
de regresiones impenitentes.
Colmó el abandono
y fue espinoso rescatar
las fantasías que cayeron
de bruces en el alba.
Enladrillaron los orificios
de aquellas que desgajaron
los cauces de la memoria
y el silencio reabrió su espectro
en el vacío de las aguas.
CONFIGURACIÓN
La embriaguez del sueño
perfora el corazón
y una configuración de almas
desabrocha su rebaño de signos caídos.
El jugo vaginal
no alivianó el deseo en los recodos
entristecidos del silencio.
CUBOS
Las articulaciones dolorosas
sellaron sus réplicas de manos
y el ser se vuelve polvo
en los cubos ahumados
que jamás podrán romperse
para dar paso a la luz.
Semblanza de Victorio V. Suárez
Nació en Asunción (1952). Poeta, ensayista y periodista. Forma parte de la llamada “Generación del 80”. Egresó de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, en la rama de Historia. Sus poemas y artículos aparecieron desde 1970 en los suplementos culturales de “La Tribuna” y “ABC color”. Publicó en todas las ediciones colectivas del “Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero: “Y ahora la palabra” (1977), “Poesía Taller (1982), “Poesía Itinerante” (1984). En el año 1985 ofreció su poemario: “Los fuegos del alba”, Ediciones Taller. En el 2001 publicó la primera edición de “Literatura paraguaya (1900-2000). Expresiones de los máximos representantes” (Editorial Servilibro). OTRAS PUBLICACIONES: Proceso de la literatura Paraguaya. Versión ampliada y corregida de 634 páginas, Fondos Concursables (2011); “Pasiones, Lugares y nostalgias” (Fondec-Editorial Arandurâ, 2010)“Oficio del caminante” (Finalista en el Premio Nacional de Literatura de Paraguay (2011), fue publicado por Arandurâ, 2010); “El cristal y la rosa” (Poemario, 2008. Editorial Servilibro); “La niña de sepia” (relatos, 2007. Editorial Arandurâ); “Proceso de la literatura paraguaya” (Ensayo, 2006. Criterio Ediciones); “Cristal Interior (Bardo Thodol)” (Poemario 2005. Editorial Arandurâ).
Entre algunas publicaciones colectivas colaboró en “La década del 40”, obra de investigación colectiva de la Facultad de Filosofía (UNA), publicado por Criterio Ediciones. Desde marzo de 1994 a 1998, dirigió el Suplemento Cultural de Noticias El Diario, donde también escribió como columnista de temas políticos.
Como promotor cultural y periodista recorrió en cuatro oportunidades el continente europeo, destacándose plenamente por su labor profesional.
Se desempeñó como profesor universitario en la Facultad de Filosofía en la carrera de Letras. También forma parte de la “Dirección de Investigaciones” de la misma institución universitaria. Es fundador y director de la revista “Arte y Cultura”. Dirige el Taller de Literatura de la Universidad Iberoamericana (Asunción-Paraguay). Como promotor cultural recorrió en varias oportunidades el continente europeo y ofreció clases magistrales sobre literatura y cultura paraguaya e hispanoamericana en seis universidades de Taiwán.
El título de una obra literaria es siempre un inductor de lectura, y “Oficio del caminante” define la actitud esencial del yo o hablante lírico de este nuevo poemario de Victorio Suárez.
El sustantivo “oficio” puede interpretarse en su doble acepción: como ocupación habitual o función que alguien desempeña o como rezo diario del sacerdote en la función religiosa, lo que le daría al conjunto de poemas y a la actividad de crearlos, condición de sagrados.
Pero se trata aquí de un oficio de caminante, y por ello a su vez, el libro se sitúa en la tradición occidental y cristiana que desde la “Divina Comedia”, pasando por las “Coplas” de Manrique y más cerca nuestro la poesía de Antonio Machado, concibe la existencia humana como un viaje, que nos lleva a distintos lugares según la cosmovisión de cada poeta.
En uno de los poemas del libro, titulado “Almas”, hay una recreación de la imagen manriqueña de los ríos, en la tercera copla por la muerte de su padre:
“Todo va llegando al mar
Para morir…”
pero la visión del mundo y la vida del más allá que se desprende de sus obras difieren en ambos autores sustancialmente:
“se tuerce la impotencia
de un espacio sin luz” .
Porque el sentimiento que predomina en el conjunto de poemas de Suárez es el desencanto por el tiempo que pasa sin dejarnos nada ni ofrecernos nada después de la muerte, mientras que en el pensamiento de Manrique existe la fe en la vida eterna y la seguridad del premio o el castigo.
La cosmovisión que se desprende de los textos en “Oficio del caminante”, se acerca más a la visión del mundo de la poesía machadiana:
“Caminante son tus huellas
El camino y nada más.
…………………………
Caminante, no hay camino
Sino estelas en la mar” .
Los famosos versos de Machado hablan de lo efímero de la existencia humana y del mínimo rastro que esa existencia deja en el mundo. Los de Suárez encierran un nihilismo extremo en el tono general del libro y en especial en versos como los del poema “Vigilia”, ya que hay seres que entrecruzan sus miradas sin verse:
“ignorando lo que queda
a un costado de la vida” ”
Se habla de la imposibilidad del encuentro con el otro, y de no poder conservar siquiera una imagen vívida de nuestra propia existencia, de todo lo que fue nuestra vida. Estos gestos vacíos suman su sentido a la imagen titular del caminante, que define al yo lírico como alguien que no descansa, que no tiene morada donde llegar, y por tanto su vida es un viaje permanente, sin descanso, cuyo único final es la muerte.
Otros versos del poema “Vigilia” pueden enlazarse una vez más con los de Machado:
“No se pueden conocer los rastros
de las manos en el agua…”
Se transmite una vez más la imposibilidad de perdurar o dejar rastros, pero como el agua es además símbolo del inconsciente, esos dos versos pueden sugerir también la imposibilidad de bucear en nuestro mundo interior, de acceder al conocimiento de nosotros mismos.
En estos textos todo muere o conduce a la muerte y en los títulos de varios poemas del libro la muerte está presente. Se percibe una sensación de cansancio, de agotamiento, de hombres que se mueven sin rumbo en un paisaje gris, con hospitales, baldíos y desechos: ni el mundo de la naturaleza, que fue refugio para los románticos, ni el placer del sexo exaltado por algunos modernistas, pueden colmar la sed o calmar la ansiedad del caminante.
Hay seres encerrados entre cubos ahumados, que no dejan pasar la luz, metáfora de las construcciones de las grandes ciudades, donde millones de hombres trabajan como autómatas en prisiones de vidrio, sólo para sobrevivir.
”Todo está herrumbrado” dice el yo lírico en el poema
“Visiones”.
Es cierto que a momentos, el encuentro erótico del que se habla en varios poemas, parece dar una tregua al dolor y a la soledad, pero las almas se muestran entonces como desconectadas de los cuerpos, no se entabla una comunicación plena.
Las imágenes más logradas son imágenes que expresan nostalgia de cosas perdidas, o que tienen una belleza amenazante:
“Un siniestro tulipán exhala su perfume
En el azul templado del aire…”
“Los días vacíos
no tienen tiempo de borrarse”
Un excelente ejemplo de lo que nos da el encuentro de la pareja humana aparece en el poema “Presagios”, en donde lo erótico no se limita simplemente al placer, pero el sentimiento es demasiado frágil:
“La afable ternura se desvanece
como una lágrima gigante…”
Y en el poema “Peregrino”:
“las piedras taponan la garganta
magullando las almas divididas…”
En “Matiz”, el hablante lírico afirma:
“Todo está listo
el último concierto
ha comenzado”
Hay en el libro y en especial en estos versos, una conciencia del acabamiento, de una vida ya vivida, que no tiene esperanzas ni expectativas.
El poema “Construir” se caracteriza por una brevedad concentrada que muestra una evolución estilística en la obra de Suárez, ya que en sus libros anteriores predominaban los poemas largos. El título funciona casi como un oxímoron con respecto al significado de los versos:
“Apretar la voz hasta el silencio
ver de qué manera se apaga
el cuerpo y la historia.
Hundir el clavo ardiente
en el centro mismo del corazón
y construir la calzada
hacia lo ignoto”.
La poética del desencanto se profundiza en este texto, la voz busca el no decir, para que el yo lírico sea un espectador silencioso de su propio dolor, y marca el punto culminante de la negación. Como en el final de la primera parte del “Martín Fierro” de Hernández, el cantor rompe su guitarra porque renuncia a la comunicación con los otros, el hablante atenúa su voz hasta el silencio.
Pero hay más; hemos transcripto completo el breve poema que condensa, creemos, el significado total del libro, y también sugiere algo nuevo: hay una intención
de autodestrucción, de regodeo en el sufrir, “de hundir el clavo ardiente…”, como manera de dar el salto hacia lo que está más allá de los límites de la vida humana, pero que no se sabe qué es y a su vez, es lo único que queda por afrontar. Es como si el yo construyera su propia muerte en un solo gesto.
Si bien el sinsentido y la angustia existenciales son temas obsesivos del libro, “Oficio del caminante” no se agota en ellos. El yo lírico trasciende su circunstancia individual y en la sección del libro titulada “Límite” su mirada se vuelca hacia el mundo exterior y los horrores
de las grandes ciudades que en la primera década del siglo XXI no han resuelto problemas como de la miseria y la marginalidad de una gran parte de sus habitantes.
Podemos decir que textos como “Letrina”, “Purgatorio” y varios que les siguen, implican una clara denuncia de la injusticia social que reina aún en el mundo.
La última sección de textos, titulada “Voz”, presenta en el poema “Caverna” el tema de la búsqueda metafísica de la verdad; hay en otros alguna alusión a temas mitológicos y autores antiguos que revelan la formación filosófica del autor, pero esos nuevos elementos de la serie final no encierran un cambio en los ejes que vertebran la totalidad de la obra, ni dejan entrever una cosmovisión más esperanzada.
El poema “Muerte” dice que: “no valen la pena el recuerdo ni el olvido” y los versos de “Sombras” presentan una de las imágenes más terribles y hermosas del libro, para mostrar
el destino implacable del hombre:
“El ojo de la muerte es una gota de agua
que cae tozudamente pronosticando la noche”.
Silvia Prida
Montevideo, 19/ 7 / 10
SENCILLEZ FORMAL PROVISTA DE UN VOCABULARIO PRECISO
No es necesario presentar a Victorio Suárez. Su consolidada trayectoria literaria, unida a la de crítico e impulsor de la revista Arte y Cultura, no precisa de muchos comentarios laudatorios. Desde aquellos tiempos en que dirigía el magnífico suplemento literario del diario Noticias, no ha dejado de figurar en el primer plano de las letras paraguayas. Ya en su primer trabajo publicado, Los fuegos del alba (1985), no dejó de deleitarnos con un oficio literario ejemplar y un conocimiento profundo del lenguaje poético, que como alguien dijo, “es un oficio más viejo que el oficio más viejo del mundo”.
Su nuevo trabajo lírico, Oficio del caminante, es un diálogo entre los sentimientos humanos y un entorno, casi siempre de la naturaleza. Ese diálogo suele traslucirse en indagación espiritual, dibujo de efectos interiores. Bajo una aparente frialdad y una sencillez formal provista de un vocabulario preciso, Suárez nos transporta al impacto físico y moral de las situaciones. La oscuridad o el silencio tienen una explicación conceptual si se le aplica la razón sin perder la emotividad.
Si algo cabe decir sobre la poesía de Victorio Suárez es su afán por el riesgo. En ocasiones, hemos hallado en sus poemarios un fuerte rasgo de opacidad expresiva, donde ha sido necesario el esfuerzo del lector para su comprensión. La irracionalidad ha presidido su concepto creador, hasta el punto de generar un compendio de metáforas próximas al surrealismo y, en ocasiones, al absurdo, para mostrar las interioridades del universoimperceptible. Pero Oficio del caminante es un giro consciente en su trayectoria lírica. La expresión y la extensión se han simplificado. La metáfora, aun sin perder el riesgo, ha ganado en limpieza y en profundidad.
Nuestro autor ya no se conforma con esbozar su pensamiento: pretende comunicarse con el lector y establecer un diálogo fluido entre la palabra y su pensamiento.
De esta forma, nos transmite un desasosiego vital que es preocupación permanente en su poesía. Un vacío existencial movido por la banalidad de nuestra vida.
Versos como “Nadie intentó mirarse / después de colgar sus sueños / en el duro silencio de las estatuas” revelan la carencia de ilusiones provocada por la despersonalización.
Somos carne, pero ¿somos espíritu? Incluso el erotismo plantea dilemas de incertidumbre.
Las tres partes del poemario sugieren su contenido:
“Presagios”, “Límite” y “Voz”. Lo mágico, lo tangible y la expresión. Pero, como expresa en “Interrogantes”, ¿por qué se agitan las voces en el viento? Si el lector desea saberlo, debe aprender el oficio del caminante después de leer y entender este poemario donde Victorio Suárez se muestra feliz entre las palabras.
José Vicente Peiró Barco
Valencia, España. 5 de julio 2010
CONFIGURACIÓN
ENVOLTURA
Restauró su simplicidad de arena
y trató de entender los presagios
que anunciaron la vigilia.
Había inflamado los poros de la carne
pero las moléculas de existencia
resguardaron sus plataformas.
Latidos de furia voltearon el aire,
las estatuas cortaron su envoltura
hasta llenar de talco la mañana.
Las crónicas registraron el incendio
y en las calles arriadas de almas prisioneras
ninguno volvió a caminar como debía.
VIGILIA
No se pueden conocer los rastros
de las manos en el agua,
tampoco la lividez del vacío
cuando apenas queda
un soplo intencional
en la robustez perpendicular
de la tarde.
Presencias aclimatadas
cada fin de semana,
resplandor de ansiedades
y luego la vigilia.
Las miradas se entrecruzan
ignorando lo que queda
a un costado de la vida.
PORTEZUELAS
Las jornadas filtran sensaciones
que golpean las portezuelas.
Se ahogan los fogones
y el poniente no serena el alma.
Ya nadie responde.
La soledad llena los sitios
de inexorable vejez en los espejos.
AGUAS
Una apacible conjetura
arrugó su orgasmo negligente
en la clandestina humedad
de regresiones impenitentes.
Colmó el abandono
y fue espinoso rescatar
las fantasías que cayeron
de bruces en el alba.
Enladrillaron los orificios
de aquellas que desgajaron
los cauces de la memoria
y el silencio reabrió su espectro
en el vacío de las aguas.
CONFIGURACIÓN
La embriaguez del sueño
perfora el corazón
y una configuración de almas
desabrocha su rebaño de signos caídos.
El jugo vaginal
no alivianó el deseo en los recodos
entristecidos del silencio.
CUBOS
Las articulaciones dolorosas
sellaron sus réplicas de manos
y el ser se vuelve polvo
en los cubos ahumados
que jamás podrán romperse
para dar paso a la luz.
Semblanza de Victorio V. Suárez
Nació en Asunción (1952). Poeta, ensayista y periodista. Forma parte de la llamada “Generación del 80”. Egresó de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, en la rama de Historia. Sus poemas y artículos aparecieron desde 1970 en los suplementos culturales de “La Tribuna” y “ABC color”. Publicó en todas las ediciones colectivas del “Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero: “Y ahora la palabra” (1977), “Poesía Taller (1982), “Poesía Itinerante” (1984). En el año 1985 ofreció su poemario: “Los fuegos del alba”, Ediciones Taller. En el 2001 publicó la primera edición de “Literatura paraguaya (1900-2000). Expresiones de los máximos representantes” (Editorial Servilibro). OTRAS PUBLICACIONES: Proceso de la literatura Paraguaya. Versión ampliada y corregida de 634 páginas, Fondos Concursables (2011); “Pasiones, Lugares y nostalgias” (Fondec-Editorial Arandurâ, 2010)“Oficio del caminante” (Finalista en el Premio Nacional de Literatura de Paraguay (2011), fue publicado por Arandurâ, 2010); “El cristal y la rosa” (Poemario, 2008. Editorial Servilibro); “La niña de sepia” (relatos, 2007. Editorial Arandurâ); “Proceso de la literatura paraguaya” (Ensayo, 2006. Criterio Ediciones); “Cristal Interior (Bardo Thodol)” (Poemario 2005. Editorial Arandurâ).
Entre algunas publicaciones colectivas colaboró en “La década del 40”, obra de investigación colectiva de la Facultad de Filosofía (UNA), publicado por Criterio Ediciones. Desde marzo de 1994 a 1998, dirigió el Suplemento Cultural de Noticias El Diario, donde también escribió como columnista de temas políticos.
Como promotor cultural y periodista recorrió en cuatro oportunidades el continente europeo, destacándose plenamente por su labor profesional.
Se desempeñó como profesor universitario en la Facultad de Filosofía en la carrera de Letras. También forma parte de la “Dirección de Investigaciones” de la misma institución universitaria. Es fundador y director de la revista “Arte y Cultura”. Dirige el Taller de Literatura de la Universidad Iberoamericana (Asunción-Paraguay). Como promotor cultural recorrió en varias oportunidades el continente europeo y ofreció clases magistrales sobre literatura y cultura paraguaya e hispanoamericana en seis universidades de Taiwán.
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