Clarividencia
Clarividencia cristal,
cristalina clarividencia
la poesía
envuelta en túnica talar, huidiza en cadencias
de fugaz melodía.
Lámpara luminosidad,
lámpara luz esplendente
encendida
de misterio oracular,
fluyendo a torrentes
y apenas asida.
Toda su virtud llamear
de desnuda claridad
ofrecida,
y su vuelo parpadear
con alas celeridad
sólo sentidas.
Ráfaga luz incendiaria,
ráfaga lumbre de astros
adormecida
en el espejo del agua,
roto si la sed sus labios,
o apenas decirla.
Clarividencia cristal,
diáfano río sonando
la poesía,
y su veloz parpadear
en tu ansiedad un resabio
de melancolía.
De:Racimos (1998)
(Inédito)
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Llaves
Años de difusa luz
detenidos, temblorosos,
en la caligrafía
de mis viejos cuadernos.
Alguien vino aquella vez,
alguien tocó a mi puerta,
y me entregó un manojo
de llaves oxidadas,
carcomidas por el tiempo.
¿Qué cerradura abriré,
a qué casa fantasma
regresaré con los míos
a soplar el polvo,
a reconocernos, di?
¿En qué fría habitación,
sobre qué lecho vetusto
depositaré mi cuerpo
para volver a dormir,
para regresar del sueño?
¿Y quién nos llamará, di,
quién irá de cuarto en cuarto
llamándonos en alta voz,
pronunciádonos despierta,
con la misma voz del ayer?
Imágenes de mi cuaderno,
letras que escribí llorando
para arrancarnos del polvo,
para volver a vivir.
Alguien vino, sí, hermanos,
alguien me reconoció,
alguien me entregó las llaves
de las viejas cerraduras,
de una casa, un lecho, una voz.
De: Pasto de las llamas (2008)
(Inédito)
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Bruma materna
De entre la bruma asome una mano,
asome un rostro inconfundible
lleno de indelebles cicatrices,
asomen las fotografías
de niños clavados en el tiempo,
y la silueta de una mujer
de indefinibles rasgos, llorando.
Nadie más que tú, desconocido,
anónimo viajero en camino
por las páginas de las vidas,
nadie más que tú los indicios,
las llaves, los escondrijos,
el aroma de los ausentes.
Tú el mismo el que allí, detenido
en medio de brumosas formas,
tú mismo el que soplando, hinchados
los carrillos de tempestades,
tú el único, hijo, que en lo alto
con tu mirada pura tendida,
mirando acercarse a los difuntos.
Déjala levantarse, siquiera,
déjala proferir, llorando,
las palabras del perdón, siquiera.
Déjame, hijo, llegar a tu vera,
y acariciar tus amados rasgos,
y decirte adiós por vez postrera.
(Pero has de seguir asomando
por entre la materna bruma,
con tu inconfundible rostro
lleno de indelebles cicatrices,
y la silueta de otra mujer
de indefinibles rasgos, llorando).
(inédito)
(c) Ulises Varsovia
Chile- Suiza
imagen: Sola, Martín Di Girolamo, (de la muestra "De rosas, capullos y otras fábulas" en la Fundación Proa)
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